Por Francisco Javier Bernales
Aprovechando la representación de “María Stuard”a desde el MET de Nueva York, el próximo sábado en el Teatro Nescafé de las Artes —donde nuestra conocida Joyce Di Donato, la mejor cantante venida a Chile en 2012, encarna el rol titular— revisaremos la importancia de la reina Isabel I en la ópera.
Gaetano Donizetti tomó tres episodios de su vida y escribió tres operas que son lo mejor de toda su obra seria y lo mejor de sus más de 70 operas. Partiendo por su infancia, tenemos la gran ópera “Anna Bolena”. Acá Isabel es una niña que no aparece en escena. Sin embargo se siente su presencia ya que su madre Anna Bolena es enviada al cadalso por el propio Enrique, inventando una serie de intrigas en que se mezcla la religión, la política y la pasión.
El anhelado heredero varón sólo nació muerto años después de haber nacido Isabel y selló el destino de Bolena, dejando huérfana a Isabel, la cuál quedó tercera en la lista de herederos. Primero, estaba Eduardo VI hijo de Seymour, después María, la hija católica de Catalina de Aragón y por último ella. Sin embargo y debido a la delicada salud de los anteriores y de un corto reinado de María, al final a los 29 años Isabel es coronada.
“Anna Bolena” es una ópera larga y compleja. La más bella según nuestro parecer del gran maestro Donizetti, la de más dificultad vocal para todos los intérpretes, no existe aún ninguna de las más de 30 versiones disponibles, que le haga el verdadero honor a esa maravilla de partitura. Siempre habrá una pata coja dentro del elenco, que impida poder preciar y disfrutar en toda su dificultad y belleza aquella gran ópera, María Callas protagonizó el revival en 1957, dejando la vara bastante alta. Sin embargo no todo el resto del elenco estaba a su altura y tampoco podemos considerar esa función como la mejor.
“María Stuarda” se ubica en el medio de su vida. La Reina de Escocia debe refugiarse en Inglaterra en 1568, católica y francófila, intenta acceder al trono de Inglaterra, pero es condenada a muerte en 1587 después de varios intentos por obtener el poder.
En la ópera, basada en la obra de Schiller se inventa un encuentro entre las dos reinas, curiosamente, el momento más electrizante de la obra y por lejos uno de los grandes momentos del belcanto italiano, imperdible tour de force entre dos cantantes femeninas. Inicialmente siempre el rol de isabel fue interpretado por una Mezzo soprano y el María por una Soprano. Sin embargo y con los años, se ha alterado la tesitura e invertido los roles en algunos casos, Di Donato eligió esta vez hacer de María lo que también es tremendamente interesante, con su voz podremos apreciar a una María más fiera, que algunas sopranos anteriores. La obra musicalmente hablando es bellísima, sobre todo el final en que ella debe cantar toda su despedida del mundo y hacer una clase de canto que sólo grandes cantantes pueden lograr, para interpretar esta obra, no se puede ser del monton,. Solo las grandes logran triunfar, imperdible función del sábado próximo desde el MET.
Por último, cuando Isabel I había pasado la juventud, se enamora de Roberto Devereux, veinte años menor que ella, el cuál intenta sacar beneficios políticos de su favoritismo real. Ella se siente traicionada y con su personalidad inquebrantable de honor y rectitud, lo manda al cadalso no sin un gran sufrimiento personal. Donizetti acá nos entrega a la Isabel mujer y humana, la que sufre y se desgarra en un aria final que casi no tiene iguales en el belcanto. Beverly Sills, logra trasmitir esa inmensa tristeza en una función muy antigua, pero muy apreciada por los operáticos. “Roberto Devereux” es quizás la menos difundida de las tres obras de la trilogía, la razón es por la inmensa dificultad de interpretar a isabel, Donizetti se ensañó con la pobre soprano que debe dejar todo sobre el escenario, cantar mÁs de la mitad de la ópera, es decir finalizar medio muerta y sin una buena escuela, quedar sin voz. Las tres obras son maravillosas, lo mejor del Donizetti serio, obras cumbres del belcanto, aprovechemos de ver una de ellas éste sábado con un elenco extraordinario.