Por Marco Antonio de la Parra
@marcodelaparra
No se sale indiferente tras asistir a una función de EL RUMOR DEL INCENDIO.
Construida como un relato exhaustivo y hasta disperso de la actividad guerrillera en los años 60 y 70 en México, mostrando a través de imágenes, cartas, documentos y el discurso de los tres actores la desesperación ideologizada de una generación que sintió que eran necesarios cambios políticos y que era imposible conseguirlos sin salirse de la ley, transmite sentimientos encontrados a pesar de defenderse de todo manejo emotivo.
Despierta la más feroz polémica sobre lo que significa la verdadera acción política, si acaso el gesto incendiario, como en la imagen final, si acaso es legítima la nostalgia de la acción militante entrenada en Corea del Norte o donde sea, si la represión es fruto de la provocación o es quien genera la violencia terrorista, si los años 60 y 70 fueron años que vivimos en peligro más que años dignos de elogio.
El trabajo del colectivo Lagartijas Tiradas al Sol es de directo enfrentamiento al público, entregando datos que se amontonan, al estilo de ciertos inventarios de Roberto Bolaño en “2666”, donde la acumulación salta del tedio al horror y de ahí a cierta mareadora belleza y deja atrás el entendimiento para interrogarse sobre lo que significaron los movimientos guerrilleros no solamente en México, sino que en toda América Latina. Qué le debemos, qué nos quitaron, qué es realmente la democracia y cuál debe ser el camino de la ley.
El grupo utiliza muñecos, soldaditos de plástico, aviones de juguete, una cámara mínima juguetona e intrusa que acompaña el omnipresente relato que es casi siempre enumerador de contingencias —caídos, raptados, víctimas— saltando de pronto en un tono que se agradece a la historia de la madre de la actriz Luisa Pardo, quien va y viene a través de los laberintos de la revolución latente mexicana en esas décadas, agregando un toque humano a la obra con ternura, humor, sensibilidad fina y corazón vivo.
Su pregunta final es una antorcha lanzada al escenario: ¿Si tuviéramos hijos, qué juventud podríamos contarles?
El abajo firmante se encuentra tan lejos de la propia juventud y ha visto tantas generaciones destruir o autodestruirse con o sin consignas políticas, que se cree por un instante a salvo de esta interrogación, momento cúlmine de la obra. Sin embargo, igual ve pasar las utopías deshechas, de alas rotas, sumidas en la juerga, dejando atrás, sin duda para bien, las armas pero extrañando los ideales, esos que, Cioran señalaba, son sin embargo peligrosos porque todas las ideologías son sangrientas y sólo las ideas son neutras y conversables.
Sobre el peligro de las ideologías y su condición explosiva es el trabajo de EL RUMOR DEL INCENDIO. Cabe discutir lo discursivo del manejo del material que hace pesar la duración del espectáculo. El público aplaude, pero más discute y se pregunta sobre estos temas que nos son tan pero tan cercanos que duelen, irritan o contagian.
¿Murieron las utopías aplastadas por la represión o estallaron en la mano con las propias granadas de los activistas?
La discusión después de ver la obra será larga y dolorosa.
EL RUMOR DEL INCENDIO. Teatro Finis Terrae. Martes 15, 20.30 hrs. Duración: 1 hora 30.