Por Francisco Javier Bernales
Una ola de calor nos recibió el fin de semana en Frutillar. Más bello que nunca, el Teatro del Lago contrastaba con el volcán al fondo y las aguas azules del Llanquihue. Dos cantantes, la soprano argentina Paula Almerares y el tenor estadounidense Richard Troxell, acompañados al piano por la pianista rusa Victoria Foust —esposa de nuestro querido Roberto Bravo— nos pasearon por un repertorio esencialmente operístico.
Un largo recital en el que la soprano Paula Almerares destacó por su increíble voz, otrora soprano lírica neta, ahora de voz más pastosa y conservando hermosos agudos. Nos paseó por varios estilos, partiendo por Linda de Chamounix, llena de coloratura y sobreagudos, siguiendo con la delicadeza de Gounod, en Romeo y Julieta, pasando por Massenet y su “Manon”, agregando a Puccini y “La Rondine” y finalizando con Verdi en “Il Corsaro” y “La Traviata”, es acá en donde más gozamos a Almerares. Poseedora de una voz naturalmente amplia, de respetable volumen. Tremendamente dúctil, capaz de pianísimos bellos y crescendos muy controlados. Juega con su voz, la maneja a la perfección y, además, es tremendamente musical.
El tenor Richard Troxell, ya conocido en una “Butterfly” filmada hace unos años, posee bella voz de tenor lírico. Sin embargo, cae en la tentación de todos, incluyó el Aria de la Flor de “Carmen”, nada más alejado de su repertorio, pero recordemos que los tenores estadounidenses siempre caen en estas tentaciones. Como tenor lírico apreciamos su aria de “Butterfly”, perfecta para su cuerda, la difícil aria de Romeo y Julieta.
Es un buen tenor, pero su musicalidad es discutible, tiende a cantar siempre en forte y sus tiempos son algo arbitrarios. Acá conviene hacer un paréntesis válido para todos los recitales de ópera con piano. El problema está en que no siempre el pianista es un erudito en ópera, por lo que los tiempos son definidos por los mismos cantantes y por la poca experiencia del pianista en estas materias. Y ahí viene el gran problema: Si el pianista no es admirador y conocedor de ópera, entonces entramos en un terreno complicado, puesto que en este caso se notó la ausencia de una mano que guiara a los dos intérpretes.
La extraordinaria ejecutante Victoria Foust nos entregó un concierto aparte, se lució y fue aplaudida tanto o más que los protagonistas del recital. Entregó versiones y variaciones, largas y complicadas de diversos autores. Casi nos hizo olvidar que éste era un recital de ópera. Sin embargo, en lo que a preparación musical del recital mismo se refiere, no aportó lo necesario para guiar a los cantantes y especialmente al tenor. En cuanto a los tiempos correctos de los recitativos y arias, hubo mucha confusión y tiempos desafortunados en las arias del tenor, que al parecer no tiene la experiencia de la soprano Almerares. Aparte de esto, igualmente fue un lujo de recital.
El Teatro del Lago se sigue anotando puntos para suplir la falta de una ópera completa e italiana como ya “le toca”, para el 2013. Entendemos que el presupuesto falló para aquello, pero queda la deuda para 2014, la ópera italiana lo pide… En el teatro más bello y de mejor acústica de Chile, además del entorno y la sofisticación de sus instalaciones.