Por Soledad Lagos R.
De la cartelera internacional que pude ver este año, “Pendiente de voto” y “O Jardim” fueron mis favoritas. Cada una en un estilo muy diferente, sí se ocupan del gran tema de la memoria y el olvido. La primera, en nuestras sociedades actuales y, la segunda, con un alcance más atemporal y universal, aunque cite fechas concretas. “O Jardim” fue una de las obras que más aportaron al concepto de memoria, entregando impulsos escénicos que a los espectadores los dejaban reflexionando acerca de qué se selecciona, qué se omite, qué se maquilla cuando se recuerda y qué se prefiere no recordar.
La puesta en escena de “La ciudad y los perros” enfatiza, con ojo cinematográfico y notable talento de composición escénica por parte de la dirección, el lugar de la libertad individual en un sistema brutalmente jerarquizado y opresivo. Contribuye de modo inteligente a la reflexión sobre la memoria, mostrando el poder aniquilador del autoritarismo en nuestras sociedades.
De Argentina, “Llegó la música” tenía mucho de crítica social, un tema de interés, vestuarios muy adecuados, aunque algunas actuaciones no sostenían siempre el tempo que necesitaba la obra.
En “Diario de viaje I”, Sasha Waltz situaba en un contexto bastante ochentero conflictos característicos de quienes se disputan el poder, recurriendo incluso a la violencia. Un trabajo atractivo, aunque mostrar alguna de sus obras más recientes habría generado mayor resonancia en los espectadores de hoy.
Con bailarines muy dotados y una historia sugerente, que requería espectadores atentos, dispuestos a completarla en su cabeza, “Salves” en danza fue un aporte, aunque el volumen del sonido al final amenazara con rompernos a todos los tímpanos.
Entre las chilenas, “Xibalba”, con una mirada genérica clara y bienvenida en la cartelera (la violencia específicamente dirigida contra la mujer a lo largo de la historia es su hilo conductor), mostró un trabajo efectuado con enorme rigor. Notable y conmovedor.
“La reunión” me pareció el aporte más significativo, junto a “Xibalbá”, cada una en su estética, al tema de la memoria en la cartelera nacional.
Entre las versiones de Radrigán, sin duda el “Oratorio de la lluvia negra” da cuenta con adecuado manejo escénico de ese mismo tema, aun cuando “Amores de cantina”, que no estaba en la selección del Festival, lo hace de modo magistral e insuperable.
Rescato también “El Taller”, por el modo en que aborda el tema del taller literario de Mariana Callejas. El grotesco aflora por las actuaciones y el grupo sostiene la trama.
Entre los emergentes nuestros, mención especial merece a “Célula”, que, con un despliegue más que austero de elementos y una muy buena historia, llevada a escena con rigor y talento, recrea una atmósfera que genera interés.
De “Escuela”, en el folleto de Stgo. a Mil hay una presentación de un trabajo que en el escenario no se vio. Algunas ideas ingeniosas, pero una elección de un tipo de teatro entendido como “didáctico” de modo literal a ultranza, con un texto que se sostiene en una sola situación dramática. De todos modos, creo que vimos un “work in progress” y no una obra terminada.
Con “Cerca de Moscú”, tanto a causa de la opción de dirección como del texto, ambos centrados en el exceso, añoré la capacidad de síntesis. Destaco algunas actuaciones y algunas ideas de escenografía, como el bosque, en el espacio del MAC.
Todo un sector de la cartelera del 2012 no estuvo representado en la selección de obras nacionales. Después de 20 años de existencia del festival, quizás sus organizadores debiesen efectuar una rigurosa autocrítica en lo relativo al trabajo de curatoría y de selección de jurados.