Por Francisco Javier Bernales
Al enterarnos de que Roberto Oswald y Aníbal Lápiz eran los encargados de la puesta en escena, vestuario, iluminación y regie de “Parsifal” en el teatro Municipal, la tranquilidad nos invadió.
El susto era que al abrirse el telón nos encontráramos con una boite de los años 50 o que los Caballeros del Santo Grial fueran miembros de las Farc, como a los seguidores de la “vanguardia” o el “modernismo” les apetece. Todo lo que sea rupturista esta “in”, por lo que mientras más absurda sea la puesta en escena, más se lucirá el regisseur, y más se denigrará a la ópera.
Afortunadamente nada de eso ocurrió y pudimos ver un “Parsifal” que si bien es cierto está dentro de los cánones muy convencionales —nos habría gustado un poco más de movimiento en las proyecciones que estuvieron algo estáticas— por lo demás estuvo impecable y permitió al público gozar de veras de una puesta en escena muy profesional, una regie muy convincente, un vestuario impecable y una iluminación de lujo.
Donde la cosa estuvo en las altas alturas también fue en la dirección orquestal del maestro Gabor Ötvös y la impecable Orquesta Filarmónica. De verdad asistimos a un sonido y una dirección orquestal de lujo, imposible pedir más.
En lo vocal, dos extraordinarios elementos: el Coro del Teatro Municipal, que brilló como nunca, y el Gurnemanz de Dimitri Ivashchenko, de voz perfecta, bella, pareja, sonora, de buen volumen y de gran actuación, un verdadero profesional y conocedor a cabalidad del rol.
Siguiendo en importancia vemos al Amfortas de Gregg Baker quien mejoró notablemente su intervención vocal en el 3° acto, mostrando más volumen, mejor timbre vocal. Eso sí, debemos castigarlo por su mal desempeño actoral: Amfortas debe manifestar permanentemente su dolor y él estuvo muy lejos de eso, especialmente en el acto final en que nunca lo vimos acongojado ni adolorido. Como Susan Maclean, que tiene bellísima voz, pero no da el ancho necesario para Kundry: se requiere más caudal, mejores agudos y graves más sonoros. Nuestro teatro es pequeño y aún así tuvo problemas para sobresalir cuando el rol lo requiere. Afortunadamente su voz es pareja y en lo histriónico estuvo muy bien logrando transmitir su dificilísimo papel.
En lo menos bueno, encontramos al propio Parsifal de Zvetan Michailov que no nos convenció ni en lo actoral ni en lo vocal; no posee el volumen requerido para el rol y su emisión no es pareja; la voz es agradable en algunos momentos y en otros sonaba tirante y mal colocada.
Harry Peeters, como Klingsor y Titurel, tampoco nos convenció; evidenció una voz dispareja, de volumen discreto y de timbre algo áspero y su actuación podría haber sido más destacada.
Especial felicitación para las Niñas Flor: buenísimas todas sin excepción. Y el resto del elenco masculino, todos conocidísimos artistas chilenos de amplia trayectoria y ya muchas veces felicitados en estas columnas, lo mismo que el coro de niños de The Grange School quienes nuevamente aportaron con gran profesionalismo y calidad a las temporadas del teatro.
“Parsifal” es una obra difícil y larguísima, en donde habitualmente el público que la ve por primera vez, abandona la sala al final del primer acto. En esta muy buena producción del Teatro Municipal, eso casi no ocurrió: el público se mantuvo interesado en la obra y su música hasta el final y la ovacionó merecidamente.
Recomendamos efusivamente asistir a quienes no conozcan la obra. Es una escasa oportunidad de ver la ópera tal cual fue concebida y además con un alto nivel en todos los aspectos.
Felicidades a los amigos Chilenos por tan formidable puesta. Parsifal siempre sera todo un acontecimiento en cualquier teatro del mundo, en especial en esta parte del continente. Aquí en Lima nos sumaremos a la celebración del bicentenario Wagneriano con una puesta de Tanhauser. Hay mucha expectativa. Que viva Wagner!