Kame hame haaaaa!
Ana Josefa Silva V.
@ana_josefa
Si usted no pertenece a eso que se ha dado en llamar adolescencia tardía –la que bordea los 30–, ni piensa que el animé sea algo notable, probablemente “DRAGON BALL Z, LA BATALLA DE LOS DIOSES” no esté ni en la lista de espera de su agenda de tiempo libre. Pero sepa que estos “monos japoneses”, sobre los que se dijeron cosas como que provocaban episodios epilépticos, no sólo marcaron una generación, sino que la sedujeron al punto que hasta el día de hoy es cosa que le ponga “play” a cualquiera de ellos y le explicará los intersticios de personajes como Goku (ese chico de mechas para todos lados, como futbolista chileno), un guerrero sayayín, que se dedica a salvar a la Tierra cada cierto tiempo; el príncipe de esta raza, Vegeta (que para mí es un gato flaco que circula por mi casa, con ese nombre puesto adividen por quién), cuyo leit motiv original era vencer a Goku; y su descendencia, amistades y enemigos varios.
Esta película, que llega tras 17 años, encuentra a Goku casado con Milk, que son padres Gohan y Goten; y a Vegeta bien comportado (aunque mal genio igual), casado con Bulma, con su hijo Trunks, que heredó lo mejor de cada uno (el sueño de cualquier padre): la inteligencia superlativa de ella y el sentido guerrero de él.
Mientras se celebra la fiesta de cumpleaños de Bulma en la Corporación Cápsula, donde viven estos súper héroes ricos (muy ricos) y famosos –a todo, pero a todo, lujo (¡qué dirán Giorgio y Camila!)–, se inicia el peligro. Bills, un poderoso dios que vive en su galaxia muy lejana, se despierta con ganas de destruir un planeta. Ciertamente llega al cumpleaños de Bulma y, junto con su misterioso maestro, se dedican a probar todas las inimaginables delicias culinarias que se ofrecen en el parque privado y claro, buscar el motivo para hacer aquello para lo cual Bills existe: ejercer de dios de la destrucción, invencible por lo demás, que viene en busca del legendario guerrero que según la leyenda podría derrotarlo.
Para decirlo en cuatro frases: comen mucho, se provocan bastante, esparcen algo de humor y pelean un poco (en la segunda parte).
Este estreno tiene varias gracias, entre ellas, que es primera vez que llega a la pantalla grande a Chile (no a los DVD piratas) un filme de Dragon Ball, en su versión animé, que no sea parte de la famosa serie de más de 200 capítulos. Lo otro, muy importante, es que en su realización participó su autor, Akira Torivama, y que el doblaje está a cargo de los, a estas alturas, ídolos Mario Castañeda y René García.
Si usted es un joven padre que comparte sus niñerías con sus hijos, seguramente ya los habrá iniciado en el vicio de “Dragon Ball” que transmite la TV a horas insospechadas, pero nunca incómodas para un verdadero fan. Vaya y llévelos con toda paz. Este es un capítulo largaduración (tampoco tan largo como para cansarlos) que se convertirá en uno de esos momentos familiares inolvidables.
Por si acaso, no está demás advertir que si usted va al cine preferentemente a ver las películas de El Biógrafo y/o espera con ansias la última realización de Polanski o Hanecke, ni se acerque por ahí… Salvo que sea un/a buen/a abuelo/a y algún nieto se lo pida: puede que entienda poco, pero tan mal no lo va a pasar.
Mis respetos a los “súper” sayayines, que para ellos va este estreno.
IDEAL PARA: la nada despreciable comunidad de fans de “Dragon Ball Z”.
Dragon Ball Z, la batalla de los dioses
Autor original: Akira Toriyama.
Dirección: Masahiro Hosoda.
Guión: Yisuke Watanabe.
Doblada al castellano.
Japón, 2013.
Duración: 85 minutos.
TODO ESPECTADOR
ENTRETENIDA
Ni un brillo el blog. Hablando de cosas que no le pasan ni x el lado. Mejor comente sobre Polanski o sobre novelas…