Por Francisco Javier Bernales
Un curioso espectáculo ofreció la destacada pianista Gabriela Montero en el tercer aniversario del Teatro del Lago. La gala, a todo lujo, en uno de los espectaculares salones del teatro, partió con su recital en la sala de conciertos. La solista eligió para la primera parte los tres Intermezzi op. 117 de Johannes Brahms y la Fantasía en Do Mayor op. 17 de Robert Schumann.
Ovación del respetable, gran intérprete. Ella se sienta en el piano y se transforma. Gran fuerza interpretativa para Brahms y sus delicados y profundos Intermezzi; para nosotros, lo mejor de la velada. Con Schumann, Montero lució toda la gama de colores y sentimientos que el autor imprime en la fantasía en Do Mayor. Pasa de la profundidad al éxtasis y del dolor a la esperanza. Logró transmitir los claroscuros de la obra con una fuerza envidiable, delicada y potente según la obra lo requiera. Gran artista.
La segunda parte trajo la novedad. Tomó un micrófono e invitó a que alguien del público cantara una melodía. Pasada la turbación e inhibición natural del público, tímidamente alguien sacó la voz y tarareó “La Joya del Pacífico”.
Ella memorizó la melodía más representativa del tema, para después acomodarse frente al piano y atacar con las dos manos. La canción fue tomando distintas formas en su improvisación sin perder la melodía original. Agregó estilos, pasó por Bach y por otros… pero siempre “La Joya del Pacífico” estuvo presente. El público estalló.
Lo mismo ocurrió con “Sube a nacer conmigo hermano” de Los Jaivas, “Puerto Montt” de Los Iracundos, “Gracias a la Vida” y “Caballo Viejo”, para finalizar con una improvisación de un concepto, también entregado por el público: la gratitud.
Gabriela Montero hizo saber al público la impresión que causó en ella el encontrar en un recóndito lugar de una provincia del país algo como el Teatro del Lago. Es que, en general, los artistas que son invitados por el teatro siempre se quedan atónitos al encontrar en ese paraje increíble un teatro de las características de éste, las maderas con que fue construido, los materiales pensados hasta el más pequeño detalle, la acústica extraordinaria, su belleza sin par, la ubicación física, su entorno y, lo más importante, la calidad de sus espectáculos y la seriedad con que se trabaja.
Un equipo de 85 personas hace posible éste milagro en el sur de Chile.
Me alegra saber que en medio de tanta vulgaridad difundida por nuestros medios, todavía existan espectáculos de esta naturaleza. ¡Felicitaciones al Teatro del Lago!