Por Marco Antonio de la Parra
@marcodelaparra
Aleksandar Hemon nació en Bosnia y eso duele. Y duelen sus libros, desde su recopilación extraordinaria de cuentos LA CUESTIÓN DE BRUNO hasta su última obra, EL LIBRO DE MIS VIDAS: un puente de narraciones exquisitamente autobiográficas que van desde el humor al dolor, atravesando el camino invisible entre Sarajevo y Chicago, instalado en el exilio de la lengua y el territorio. Leído de un tirón, cada cuento es una gota dulce o agridulce o francamente triste que nos va tejiendo un envoltorio melódico y temático, que crea imágenes inolvidables en una suerte de álbum de recuerdos donde la construcción del héroe es la construcción del narrador y la construcción del escritor, hecha línea a línea.
Sin duda, uno de los escritores actuales más interesantes en cualquier idioma, alguien que tener en cuenta por su imaginación, por la forma en que convierte la realidad en ficción y por cómo se consume a sí mismo quemándose a lo bonzo melancólicamente, si eso es posible, en la autobiografía del que se sabe un personaje menor y en esa pequeñez el retrato del desarraigo y la dura relación que nos propone la vida tantas veces.
Por su parte, el argentino Rodrigo Fresán lanza su esperada última gran novela: LA PARTE INVENTADA. Fresán es ya autor de novelas perfectas, como JARDINES DE KENSINGTON o textos demenciales y magníficos como MANTRA.
LA PARTE INVENTADA, un volumen de más de quinientas apretadas páginas se convierte en una novela laberíntica, sobrecargada, desopilante, emotiva cuando quiere serlo, paródica a tope si se lo propone. Aunque se pretenda en algunas líneas proustiana o deudora del mejor Scott Fitzgerald, es más bien joyceana o faulkneriana, pero en plan metaliterario, es decir, más cerca de monstruos como Thomas Pynchon o David Foster Wallace, requiriendo algo que escasea en tiempos que la literatura pareciera diluirse en textos cada vez más pequeños (es cosa de ver el éxito de Amelie Nothomb) y el lector total batirse en retirada.
Hablo de pasión, curiosidad y embriaguez. Con razón MANTRA hizo reír a Bolaño.
Novela para lectores (y escritores) que toleren la ambición, recoge desde entrañables recuerdos en aquellos tiempos devacaciones (sic) como siguiendo las aventuras de la Hermana Loca del Escritor, cargado de citas desde el rock a la biblioteca mejor leída de estos tiempos.
Emparentada desde lejos con LA NOVELA LUMINOSA de Mario Levrero (qué joya), prima lejana de EL ARTE DE LA FUGA de Sergio Pitol (mucho más accesible), amiga cercana de la obra completa de Vila-Matas, acá Fresán se encarga de escribir de manera casi iracunda en contra de la muerte de la literatura, arrogante en su desafío, dejando entrever los entresijos de la creación literaria.
No se lee de un tirón, se lee de una zambullida hasta bordear la cianosis aguantando la respiración bajo tanta carga literaria, profundamente literaria. Confieso que lo compré compulsivamente. Confieso que lo leo a bocanadas. Confieso que lo pondré entre los libros que merecen y requieren una relectura.
Con el bosnio Hemon estarán entre lo mejor del año. Pero si Hemon es una brisa melancólica, Fresán es una tormenta que no cesa nunca, un cataclismo y una bendición.
Y no digan que no se los advertí.