por Marco Antonio de la Parra
@marcodelaparra
“Galveston”, la única novela de Nic Pizzolatto, ya da claves para entender el ambiente y la atmósfera de “True Detective”, la serie de su autoría. Su tratamiento extraño de la serie negra, con protagonistas sorprendentes y una trama sofocada por los pantanos de Louisiana, ha levantado seguidores en todo el mundo. En “Galveston”, Pizzolatto, con el estilo de las novelas de Raymond Chandler, Chester Himes o Dashiell Hammett, o quizás incluso más cercano al sabor agrio de Jim Thompson, elige como narrador a un gánster de cuarta fila. Un pistolero a sueldo que descubre un cáncer en su pulmón e inicia una suerte de road movie donde encontrará a la que aparentemente es su hermanita (un inesperado punto de giro aclarará las cosas), convirtiéndose en su protector mientras vagan de motel en motel. El crimen no falta, pero lo más logrado es el ambiente y el tono, oscuro, moroso, de palabra en palabra con los pasos agónicos de su narrador. Un hallazgo de la serie negra de Salamandra. Un inevitable filme en el futuro. Lo que no sé si es bueno o malo.
Pero la perla de los aparadores de librerías en este momento es la reedición de las novelas de Iván Teillier, el hermano desconocido del poeta, que se permite una prosa exquisita, ágil, divertida cuando puede serlo, melancólica en la mayor parte de sus pasos. Publicadas entre 1970 y 1986, permiten reconocer una de esas escrituras que no envejecen nunca. “El piano silvestre” es toda una joya, “Mañana el viento” aprovecha un trasfondo sociopolítico pocas veces revisado con tal agudeza en nuestra literatura. “Días de sol frío”, que conoció un escasísimo tiraje, juega con el lenguaje y sorprende por su tono y su personalidad. Cierra con “Las misivas de la noche”, una nouvelle, tan cierta como acertada. Tómelo en la librería, lea una página y quede hechizado. ¿Por qué se había perdido? ¿Tapado por el boom? ¿Fruto de una personalidad oscurecida por el alcohol y la provincia? Falleció a los 51 años en una cama del Hogar de Cristo, desnutrido. Sus novelas merecen con aplausos esta reedición. Se pueden leer una por una pero el envión de su escritura original y jugosa contagia y no se sorprendan de terminar el libro de 220 páginas de un solo golpe, preguntándose dónde estaba esta joya de nuestra literatura. Es la oportunidad de leer bueno y bien.