Por Francisco Javier Bernales
La incertidumbre que significa el alejamiento de Andrés Rodríguez del Teatro Municipal nos lleva a esperar la próxima apertura de la temporada de ópera con un dejo de incertidumbre. ¿Será ésta la última temporada internacional de calidad que veremos?
Es inevitable recordar la historia del Teatro Municipal y su relación con la ópera. A pesar de la variedad de espectáculos que se presenta el teatro, la ópera es lo más emblemático y se le suele asociar con la espectacularidad, el brillo social y la elegancia con que siempre -y especialmente las aperturas de temporada- revisten cada año.
En los últimos años ya se ha visto que la corbata y el terno oscuro junto al traje de noche usado por las mujeres han ido desapareciendo. La apertura de temporada casi ha llegado a ser una función más, pero, de igual forma, la expectación sigue existiendo. La temporada de ópera es un evento, y su primera función es esperada con ansias.
Este año comenzará con “Rusalka” de Dvorak el próximo 8 de Mayo, y las expectativas son altas. Sobre todo por el incierto futuro que a la ópera le espera en la nueva administración del teatro. Esperemos que la calidad no descienda, que los prejuicios que toman a la ópera como un espectáculo elitista no imperen, prefiriendo reemplazarla por algún cantante español de moda, más masivo. Esperamos además que no se considere que si el Teatro Municipal debe ser usado por todos los chilenos, y entonces deseen montar una ópera rock en vez de una de Wagner. El ideal sería que, efectivamente, el teatro sea usado por todos, pero siempre para ver a Wagner o Mozart y no a Camilo Sesto o algún otro español en la decadencia.
Deseo de todo corazón que el Teatro Municipal no pierda su esencia de calidad. Su bella construcción, su historia y su escenario deben seguir estando al servicio de las artes clásicas, aquellas que ayudan a sacar al pueblo de la ignorancia. No es necesario llevar allí al pueblo para darle más de lo mismo, hay que llevarlo allí a alimentar su espíritu.