Por Marco Antonio de la Parra
@marcodelaparra
Hay acontecimientos literarios que son verdaderas fiestas para el lector ambicioso. Una de ellas es la reciente reedición de “Los reconocimientos” de William Gaddis, una novela fuera de toda categoría que conoció una edición en español en 1987 en Alfaguara y hoy surge flamante en Sexto Piso con un prólogo enjundioso de William Gass. Esta aventura magnífica de la escritura se publicó en inglés en 1955, opera prima de Gaddis y golpe a la cátedra que generó una suerte de reguero de pólvora de críticas delirantes, deslumbradas con su estilo asombroso y el desafío a la concepción tradicional de la novela.
El argumento es en sí una sorpresa, Wyatt Gwydon, pintor, lucha contra su propio talento resistiéndose a ser original y limitándose a copiar a los antiguos maestros en un esfuerzo casi oriental de desaparecer como artista, como nombre, como ego.
La prosa es espectacular, tan poderosa quizás como el Ulises de Joyce, el más indagatorio Faulkner o el Mann de “Doktor Faustus”.
La apuesta es la propia de la gran literatura experimental norteamericana. Cuando parece que todo es Carver y sus adláteres, surge esta otra línea donde descollan Thomas Pynchon, David Foster Wallace, Don Delillo o estuvo el más arriesgado Vladimir Nabokov, el de Pálido fuego.
Se advierte al lector que se trata de palabras mayores, de un viaje lingüístico que no es apto para lectores mal acostumbrados a prosas sencillas que suelen mezclarse entre los súper ventas donde el argumento y la entretención brotan del disfrute del personaje y sus desventuras. Acá, William Gaddis abre el fuego con todos los recursos que un escritor puede lucir. Y el resultado es pirotécnico.
Lo gozará el que esté dispuesto a un leer musculado, capaz de surcar contra corriente tanto a Proust como a Joyce, que quiere entender la línea de esas novelas que se construyen a partir de la segunda parte del Quijote y pasan por Diderot o Lawrence Sterne o el “Bouvard y Pechuchét” de Flaubert, asumiendo que la imaginación en el lenguaje es una construcción arquitectónica que transforma al lector en el héroe que atraviesa mil páginas para recibir la recompensa del vértigo y la reflexión más profunda.
Si es de aquellos, haga el intento.