Por Justo Pastor Mellado
En una columna anterior comenté un artículo de Max Colodro en que distinguía entre hijo natural e hijo político, refiriéndose al momento en que la Presidenta deja caer al primero para sostener al segundo. Hice mención jocosa al modelo de la tragedia griega para analizar la escena política. El entonces ministro del Interior era un Aquiles en la Guerra de Troya que asolaba a la Nueva Mayoría. Sabemos cuál fue el destino de este héroe, herido mortalmente en el talón.
En un texto alusivo, Marco Antonio de la Parra agregó un elemento más a esta secuencia. Recurrió a Hamlet, una obra de teatro que tiene incrustada otra obra de teatro. La crisis de filiación que en un primer momento paralizó a la Madre, la hizo portadora de un segundo síntoma: caminar por el Palacio diciendo palabras, palabras, palabras. Ahora, ya no se sabe a qué figura de la dramaturgia o de la novela se puede recurrir para nombrar el carácter de esta coyuntura.
Una Madre que pierde a sus dos hijos a manos de los (nuevos) Pretendientes no tiene patrimonio que guardar ni tela que recomponer. Penélope no funciona en la ficción de gobierno. A menos que la novela de los pretendientes defina el estatuto de la recomposición política. Siempre hizo falta Ulises.
¡Pero si siempre lo hubo! ¡Estaba parapetado en una obra de teatro realista y se llamaba Ulises Lagos! Era un pastor de cabras convertido en líder político que había sido puesto fuera de juego por el discurso vindicativo de los hijos cívicos de la Madre griega de la que estamos hablando. Entonces tuvo que armar la ficción de una falsa Penélope que, a fin de cuentas, no podía sino traicionarlo, tomándose literalmente en serio el rol que le habían asignado, como Madre de la Ilusión Sustituta. Aquiles fue “la chapa” que designó al Operador de Función que hizo la tarea de convertirla en Madre del Realismo Pleno.
En la disputa entre Ilusión Sustituta y Realismo Pleno apareció la figura de Telémaco, que comprendió con pavor que se iba a consumir su herencia. Salió a la búsqueda del padre, no por amor filial, sino para defender el patrimonio de la Ilusión Sustituta y hacerlo regresar a casa, para tener qué heredar. Es así que Ulises Lagos, pastor de cabras, bajó del monte y se dirigió a la casa de la Madre de las Palabras, para reinstalar el Orden del Discurso Seminal.