“Todos somos arroyos de una sola agua”, reza la frase de Raúl Zurita que abre “El Botón de Nácar”. La cita no es de extrañar. Patricio Guzmán pareciera compartir con el autor de “El Amor de Chile” el interés por honrar nuestra geografía a la sombra de los hechos del pasado. O, digamos, descifrar las huellas del horror que han quedado selladas en un entorno majestuoso. En el caso de esta segunda parte de la trilogía que comenzó con “Nostalgia de la Luz” (2010), el objeto es el agua, elemento fundamental en un país que cuenta con 4.200 kilómetros de costa.
Como si quisiera encadenar esta nueva entrega con la cinta anterior, Guzmán parte analizando la presencia del agua en el cosmos y concluye que “es un órgano mediador entre las estrellas y nosotros”. Hasta que baja a la Tierra para revisar nuestra historia y demostrar que hemos perdido la relación íntima con el mar. El director honra la memoria de los pueblos indígenas de la Patagonia, disecciona el interesante caso de Jimmy Button (nativo de la etnia yagán que fue trasplantado a Inglaterra), revisa las fotografías de pueblos autóctonos tomadas por Paz Errázuriz, recoge análisis de especialistas y recrea cómo arrojaban los cuerpos al océano en Dictadura, entre otros hechos que nutren sus reflexiones. Estas son respaldadas por opiniones y testimonios de cómplices como Raúl Zurita, el historiador Gabriel Salazar y el periodista Javier Rebolledo.
Al igual que en “Nostalgia de la Luz”, el estilo es bastante convencional: testimonios dirigidos a la cámara, imágenes de archivo y registros en alta fidelidad de una naturaleza imponente. Además, como ya es su sello propio, la voz en off de Guzmán vuelve a ser el hilo conductor de las observaciones que va desplegando a través de su ensayo. Lenta, sobremodulada y solemne, ésta puede volverse agotadora, como la de un profesor que les dicta a sus alumnos una materia fundamental que no pueden pasar por alto. Pero cabe pensar si hay acaso otro recurso para ensamblar testimonios, pensamientos, sueños y datos sacados de distintas fuentes. La voz del director es la argamasa de una construcción que pudo haber resultado forzada. Solo a través de sus íntimas cavilaciones puede unir los recuerdos de un compañero de colegio que fue arrastrado por el mar con desaparecidos políticos, descubrimientos astrológicos y confesiones intimistas. Aunque a primera vista Guzmán podría asemejarse a un científico en busca de comprobaciones, su cine tiene algo de corriente de la conciencia, como las viejas lecturas públicas de Zurita. “El Botón de Nácar” es otro documental imposible y personal. Una película que sólo él podría realizar.
IDEAL PARA: Apreciar la cinta que al director le significó el premio a Mejor Guión en Berlín.
“EL BOTON DE NACAR”
Dirección: Patricio Guzmán.
Chile/Francia/España, 2015.
Duración: 82 minutos.
Todo espectador.