Ver más allá de las divisiones
Pensando en un trabajo que debo exponer en unos días más, empecé a leer y a escuchar con más atención lo que dice la prensa y las personas sobre lo que sucede en nuestro país. Una de las cosas que más me sorprendió fue la frecuencia con que encontré referencias, en muy distintas fuentes, a […]
Pensando en un trabajo que debo exponer en unos días más, empecé a leer y a escuchar con más atención lo que dice la prensa y las personas sobre lo que sucede en nuestro país. Una de las cosas que más me sorprendió fue la frecuencia con que encontré referencias, en muy distintas fuentes, a la necesidad de saber observar y decodificar la realidad para entender lo que acontece. Estas repetidas alusiones las he considerado un mensaje urgente.
El primer llamado a prestar más atención a lo que acontece a nuestro alrededor lo escuché en una presentación sobre el momento sociopolítico que vivimos. En ésta se dijo que estamos en crisis —una de ésas que se sabe cómo empiezan y nunca cómo terminan—, la que puede significar retrocesos o verdaderas oportunidades. Para poder tomar las oportunidades hay que saber detenerse y ser capaz de ver más allá de lo que está a simple vista. Al día siguiente me llamó la atención un título en el diario: “La importancia de saber mirar”. Se trataba de una crítica al documental “La última estación”, que insistentemente decía que para poder entender había que escuchar los silencios, los que hablan más que el mejor de los discursos. Para no seguir abundando en ejemplos, sólo recordaré que el informe que debe presentar la Comisión de Innovación para la Competitividad al Presidente de la República, entregado en estos días, destaca que es necesario vencer nuestra “ceguera” para poder tomar riesgos y asumir compromisos que permiten ser parte de la dinámica que hoy mueve al mundo.
Creo que saber leer y entender la realidad es un tema tan presente y tan necesario en estos días porque en momentos de cambio social como los que vivimos, lo probable es estar confundido. En el contexto de esta crisis es difícil tener visiones de conjunto en la medida que todo parece fraccionado y disperso, dejándonos inmersos en un cuasi caos donde no es fácil opinar y asumir posición si no se sabe evaluar el alcance delcambio. En medio de estas dudas y ante la necesidad de tener un enfoque, reaparece un comportamiento que se ha repetido mil y una veces en la historia: la necesidad básica de reforzar la identidad, la que lleva a la búsqueda de raíces y a una actitud defensiva. En estas condiciones lo más simple es sacralizar el pasado y recrear viejas divisiones. Tanto es así que nuestra élite política se ve diariamente enzarzada en antiguas disputas, lideradas por dos bandos que por lado y lado se justifican al recordar el pasado.
Aunque tengo tantas dificultades para ver como las que tiene cualquier hijo de vecino, en lugar de grandes diferencias advierto que lo que la ciudadanía espera, y que de hecho ya está presente, es exactamente lo contrario: una clara convergencia de objetivos. Ejemplos hay muchos: la eliminación del binominal, la prioridad que tiene la calidad de la educación y la salud; la elección directa de las autoridades regionales. Todo ello también está ante nuestros ojos. Esto no se aprecia a primera vista porque, frente a las próximas elecciones, es muy fuerte la necesidad de diferenciarse y por esta razón aparecen discrepancias y a veces con mucha fuerza. A mi juicio, las aguas profundas que están impulsando el cambio social no son las divisiones. Más allá y más potente que las diferencias creo que el país quiere acuerdos para que todos sean respetados y tengan una mejor calidad de vida. Para mí, ésta es la corriente que está empujando nuestra historia.
Espero no ser selectiva y ver sólo aquello que quiero ver.