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Hechos y sueños

Momentos complicados los que se viven en la Tierra. La ciencia avanzó lo suficiente para hacer prácticamente irrebatibles los posibles orígenes de la vida. También para enseñarnos que nuestra estadía en la vida podrá llegar a ser bastante más larga que en la actualidad. Ese debate lo hemos trasladado también al nacimiento y posible extinción […]

Publicado el 17/10/2013

Momentos complicados los que se viven en la Tierra. La ciencia avanzó lo suficiente para hacer prácticamente irrebatibles los posibles orígenes de la vida. También para enseñarnos que nuestra estadía en la vida podrá llegar a ser bastante más larga que en la actualidad. Ese debate lo hemos trasladado también al nacimiento y posible extinción de nuestro planeta.

Termino de escuchar un largo cuento en el cual al parecer, en el último minuto, el gobierno del Presidente Obama será autorizado, por un tiempo, a emitir dinero en su país hasta un nuevo límite. Habrá que esperar las votaciones que faltan del Congreso, pero con un ánimo positivo, pues han sonado ya las campanas del “mercado” en señal de alegría.

El límite de endeudamiento fijado para el gobierno de Estados Unidos es una antigua decisión de su Congreso. No está referido a problemas estructurales. No dice nada de un mundo hoy en crisis. El país en cuestión tiene abiertos todos los mercados de capitales. Sigue gozando de la mayor confianza internacional. País alguno quiere que se le declare en cesación de pagos. Allí están las reservas de la mayoría de todos los países. Su acceso al crédito es prácticamente ilimitado. Se ha creado un problema político innecesario.

La “primavera árabe”, tan alegremente denominada por algún gracioso ignorante, continúa con sus masacres permanentes. Estas han ido ocupando por turnos las pantallas de televisión y las portadas de periódicos con estricto orden a la grandeza de sus barbaries cotidianas. Seguramente el calentamiento global les hizo confundir las estaciones y los amigos de los enemigos, también.

Han entrado en la competencia de nuestros tiempos, como siempre fue, tragedias naturales que hoy vemos en vivo y en directo. Las aguas arrastran niños, juguetes y casas y sientan una vaca sobre la copa de un árbol para dar un toque de humor a ese dolor virtual, que despojado de sentimientos vemos diariamente. Los cerros que aplastan o los vientos irresistibles que ponen a volar, sin alas, directo al infierno a todo aquello que está al frente. Todo esto se explica, también, por la calentura de la Tierra, aquella que no se detiene ni frente a los escudos polares de hielos eternos.

Cuando nos aprestábamos a ver gigantescos resplandores en el cielo y más y más muertos inocentes en la Tierra, alguien preguntó al pasar, en el torbellino de propuestas para evitar lo imposible, si no bastaría con que Siria entregara las armas químicas: aquellas que iban a ser objeto de un ataque punitivo. El Secretario de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, John Kerry, respondió con la misma celeridad de los minutos preguerra que se vivían, que él estaría de acuerdo si se entregaban esas armas letales para su destrucción. El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, enmarcó todo esto en una oferta de paz. Convenció a Hassan Rouhani, de Irán; al Presidente de China, Xi Jinping, y sometieron al Presidente de Siria, Bashar al-Assad.

Súbitamente, países que arrastran grandes cuotas de dolor y dramáticos y tensos momentos de antagonismo, se transformaron en aliados para lograr la paz frente a la mayor amenaza de guerra que existe hoy en el mundo. Quién hubiese dicho que con la colaboración invaluable de las Naciones Unidas y su Secretario General, Ban Ki Moon, cuatro naciones y una institución de gobierno global enviarían el mensaje al mundo que prevalecería la paz sobre la guerra.

Hoy estamos hablando que con el beneplácito de estos cuatro líderes, Irán accede a conversaciones de no proliferación atómica. Hoy escuchamos felicitaciones de John Kerry y Naciones Unidas a la diligencia con que Siria está colaborando en el desmantelamiento de su arsenal químico. Mucho más está pasando sobre terreno extremadamente delicado. Afortunadamente ya marchan líderes, que, cualquiera sea su desconfianza, no temen cambiar el rumbo de la historia. Podemos tener un futuro mucho mejor en nuestros tiempos.

Esta nueva alianza que surge en las más difíciles circunstancias, con todo el futuro por ser construido y su largo pasado por ser reinterpretado, es hasta ahora el más hermoso sueño de alta política de este nuevo siglo.

Jorge Edwards

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