Los jóvenes y el malestar social
La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello acaba de dar a conocer una encuesta nacional sobre jóvenes. Al considerar un conjunto de resultados, llama la atención un gran malestar juvenil que se expresa en que prácticamente el 80% de ellos quiere cambios profundos en la sociedad; el 60% siente desprotecció por parte […]
La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello acaba de dar a conocer una encuesta nacional sobre jóvenes. Al considerar un conjunto de resultados, llama la atención un gran malestar juvenil que se expresa en que prácticamente el 80% de ellos quiere cambios profundos en la sociedad; el 60% siente desprotecció por parte del Estado y la mayoría siente desconfianza de las instituciones políticas. Tanto los partidos políticos como el Gobierno y el Congreso obtienen niveles de desconfianza sobre el 90%; la desconfianza hacia la Corte Suprema alcanza 87%. Pero los jóvenes no sólo son desconfiados frente a la política, sino que aún más: son indiferentes y más indiferentes mientras menos recursos tienen. Para los jóvenes, sólo son confiables instituciones con las que establecen relaciones de gratuidad, como la familia (89 % de confianza) o la iglesia y las universidades, que alcanzan niveles de confianza de 43% y 41%, respectivamente.
El deseo de cambios profundos en la sociedad y la desprotección por parte del Estado que sienten los jóvenes están en estrecha vinculación. Se podría decir que los deseos de cambios profundos de los jóvenes dicen relación con una reivindicación de los valores que fundan nuestro contrato social: acceso a derechos, educación, mejores instituciones, igualdad y solidaridad. Al mismo tiempo, los jóvenes se sienten desprotegidos por el Estado porque advierten que la oferta de igualdad y meritocracia no se ha cumplido. Por lo mismo, aquellos jóvenes que estiman que cada uno depende de sí mismo para el logro de sus objetivos (77%) son especialmente críticos de la sociedad. Para ellos, las reglas claras y formales determinan su seguridad y proyección en la vida.
El malestar de los jóvenes no nos debiera extrañar. La juventud es la edad de los grandes ideales y utopías. Hace un tiempo atrás, instituciones como la iglesia, los partidos políticos, los gremios y los sindicatos ofrecían a los jóvenes visiones de mundo que les permitían encauzar sus inquietudes. Hoy estas instituciones no son fuente de identidad colectiva y, por lo tanto, los jóvenes se sienten solos y sin referente frente a sus múltiples insatisfacciones, entre las que prima la inseguridad, la incertidumbre y la desprotección. Ello lo explica muy bien Z. Bauman en su libro “En busca de la política”, afirmando que ésta es una realidad para todos. Los jóvenes se sientan más golpeados por encontrarse en las primeras etapas de su proceso de inserción social.
La característica más relevante de este malestar es, a mi juicio, el hecho de que se vive en solitario. Sólo las marchas estudiantiles abrieron una compuerta para que los jóvenes se expresaran colectivamente. Primero en éstas se manifestaron situaciones privadas, como las deudas por el crédito con aval del Estado (CAE). Poco a poco las demandas por una solución al CAE fueron derivando en otras, donde además se expresaban intereses colectivos. Estas marchas dieron a los jóvenes la oportunidad de sentir pertenencia y adquirir identidad. Pero hay que recordar que sólo el 31 por ciento de los jóvenes declararon en la encuesta haber participado en ellas. Ello refuerza la tesis de que el malestar se vive individualmente. Pese a todo lo dicho, a diferencia de generaciones pasadas, los jóvenes perciben el riesgo como un desafío a enfrentar y son optimistas frente a su futuro.
La gran mayoría de la población tuvo en algún momento de su vida o comparte hoy los mismos ideales de los jóvenes ¿Por qué, entonces, hay tanto rechazo a su movimiento? ¿Se teme al desorden, a la violencia, o no nos gusta ver en otros la capacidad de luchar por esos ideales que ya no nos mueven? Para todos sería positivo contar con espacios públicos donde los jóvenes se sientan escuchados, intercambiar con ellos ideas, reflexionar y construir juntos el país que queremos.