Nuevos aires para los jóvenes
No me lo habría imaginado. Los jóvenes de hoy no sólo quieren fortalecer la familia sino que guían sus pasos –al menos en lo que a política se refiere– de acuerdo al parecer de sus padres. Para mí, la inesperada confianza que los jóvenes depositan en sus familias –entendiendo por ésta muy distintas formas– tiene aspectos muy […]
No me lo habría imaginado. Los jóvenes de hoy no sólo quieren fortalecer la familia sino que guían sus pasos –al menos en lo que a política se refiere– de acuerdo al parecer de sus padres. Para mí, la inesperada confianza que los jóvenes depositan en sus familias –entendiendo por ésta muy distintas formas– tiene aspectos muy positivos. Lo inconveniente es que al darse ello al mismo tiempo de un déficit institucional en nuestro país, incide en que los jóvenes se vuelquen principalmente al mundo de lo privado y su sociabilidad ocurra en grupos encerrados en sí mismos.
La encuesta nacional a los jóvenes, Generación Milenio (entre 15 y 29 años), realizada en octubre pasado por la Facultad de Ciencias Sociales de la UNAB, permite concluir que la desconfianza que a todo nivel sienten los jóvenes, incide en que su aprendizaje ciudadano se circunscriba al ámbito de la familia. El bajo nivel de confianza en el Gobierno, Congreso, Poder Judicial y partidos políticos contrasta con el alto porcentaje de confianza en la familia. Los jóvenes señalan que entre los cambios sociales que pueden ocurrir a futuro, el más significativo para ellos es el fortalecimiento de la vida familiar (83%); que ésta es el área de la vida con la que están más dispuestos a comprometerse (82%) y, finalmente, que quien más influye en su toma de decisiones políticas es el padre (33%), aunque si se considera a la familia incluyendo a la madre y a otros parientes directos, esta cifra se eleva al 77%.
Las cifras señaladas son elocuentes y permiten pensar que cualquiera sea el tipo de familia, los jóvenes sienten seguridad y confianza en ella, y lo determinante para definir el grupo familiar sería la relación diaria de cuidado y protección con un adulto responsable de su bienestar. Sólo así se puede explicar que más de dos tercios de los jóvenes sientan un fuerte lazo de unión con sus familias, medido según distintas manifestacionesdel mismo (confianza, influencia, deseo de fortalecerla), en circunstancias que existe un número no menor de diferentes tipos de familia. Hay que tener presente que entre 1990 y 2009 las familias monoparentales aumentaron del 22% al 27% a costa de una disminución de las familias con padre y madre y que las familias con jefatura femenina han aumentado de un 20% a un 33% entre esos mismos años. En el quintil más pobre esta cifra crece al 40% (datos de Chile en Cifras, Observatorio de Tendencias Sociales).
No obstante, es esencial contar además con la participación de los jóvenes en el ámbito público, en el ejercicio de la ciudadanía, el debate de ideas y la participación social. La desconfianza de los jóvenes hacia las instituciones los ha llevado a alejarse del mundo público limitando sus oportunidades de abrirse a nuevos horizontes.
Los datos sugieren que una gran parte del intercambio de ideas que los jóvenes realizan en el mundo privado sobre asuntos públicos, se explica por el déficit institucional de la sociedad chilena actual. Ellos no creen en las instituciones. En la sociedad, y en los jóvenes en particular, hay una sombra de duda sobre todas aquellas instituciones que detentan poder porque, en general, se estima que son arbitrarias, poco transparentes y cerradas a una participación libre e inclusiva. Entonces, es la sociedad chilena adulta la que está al debe. Para contar con el aporte que los jóvenes pueden hacer para impulsar una sociedad más abierta, innovadora y dinámica, tendríamos que empezar por renovar nuestras instituciones democráticas. Sólo un cambio en este sentido podría traer nuevos aires a los jóvenes.