El Presidente
Como todo en política y especialmente en libertad, las opiniones sobre hechos cotidianos suelen variar entre los ciudadanos. Más allá de quienes puedan estar mejor o peor informados sobre determinado hecho, lo cierto es que la diversidad es un privilegio de los libres e importa mucho en el transcurrir de una sociedad. Las personas profesionalmente dedicadas […]
Como todo en política y especialmente en libertad, las opiniones sobre hechos cotidianos suelen variar entre los ciudadanos. Más allá de quienes puedan estar mejor o peor informados sobre determinado hecho, lo cierto es que la diversidad es un privilegio de los libres e importa mucho en el transcurrir de una sociedad. Las personas profesionalmente dedicadas a interpretar el quehacer político están principalmente en los Congresos Nacionales. A ellos corresponde analizar cada materia, supuestamente, en función de lo que puede ser mejor para los ciudadanos.
Cuando la política se polariza y en el nombre de obtener votos se traiciona el diálogo por el eslogan, nace la decadencia. Es esta una de las razones principales por la cual los partidos políticos y los Congresos han perdido tan dramáticamente el cariño y la confianza de los pueblos. En efecto, se ha hecho práctica común que, de un modo automático, lo que presenta un partido de gobierno lo niega aquel de oposición. Basta con aplicar etiquetas y agregar epítetos escandalosos y llamativos. La opinión de unos y otros está preestablecida. Los votos que emitirán en nombre del pueblo ya estaban vendidos antes de cualquier diálogo en el que sólo se entregarían frases para el latón (bronce, reclama el ego de sus autores).
Por eso es noticia, víctima de presiones y ataques quien dice que reflexionará su voto. Inocente que ya queda en la lista de los que no serán reelegidos, de los que no son fácilmente dominables, de los que quieren ganar ventajas políticas para ellos mismos y así podríamos seguir. Lo cierto es que anunciar la reflexión en las democracias polarizadas es prohibido. Así se puede paralizar un gobierno o causar daños irremediables por temor al diálogo honesto, única herramienta que hace fuerte a la democracia, que es privilegio de la libertad e instrumento exclusivo para mantener la paz.
En los regímenes parlamentarios es más frecuente que el diálogo se respete y tenga efectos. Puede terminar un gobierno en un día por medio de la censura, pero se darán entonces, normalmente, las elecciones inmediatas. El pueblo será el que decida el rumbo luego del conflicto. En los regímenes presidenciales existen diferencias. La primera y más significativa de ellas es que se producen enfrentamientos de poderes cuando el Legislativo se empecina de un determinado modo y el Ejecutivo lo hace en dirección distinta. El bien nacional, del pueblo que somos todos los pobladores de la patria, no está encerrado entre esos dos poderes. Es el mandante de ellos. Siempre exigirá acuerdos que permitan seguir creciendo.
Fue muy hermoso ver por televisión al Presidente Barack Obama estrechando la mano de Raúl Castro en la casa de Nelson Mandela. Paranadie son un misterio sus enormes diferencias en el modo de pensar.Para nadie lo es, tampoco, que habrán de encontrar esa reconciliación que allí quedó estampada. El Presidente Sebastián Piñera estiró esa mano durante todo su mandato. Ha cumplido un rol histórico, pues con valor y determinación agrega a nuestra democracia un sentido nuevo y profundo.
Los gestos del Presidente —desde sacar a los mineros en reto imposible; levantar a un país en ruinas por doloroso maremoto y terremoto, y pedir acuerdos sin jamás cansarse de ello, unido a una administración singular del aparato estatal— lo ubican como un gobernante que ha engrandecido la transición a la democracia. Cumplió con hidalguía y honor. No hay dos Chiles en el futuro. Hay un Chile que todos queremos, aun cuando las propuestas democráticas para ello puedan variar. Se trata de un país con más justicia, más respeto al derecho y sin pobreza para nadie. Ello sólo es posible con más educación, ésa que todo lo engrandece, incluyendo la libertad.
Hay demasiado pasado en Bachelet y Matthei. El Presidente Piñera dejará una democracia mejor que la que recibió. No hay exclusiones para nadie en su engrandecimiento. El país está con la vista en el futuro. No hay derecho a sembrar rencores. Cualquiera sea la Presidenta elegida, deberá elevarse enormemente de su propia campaña política, si al menos desea iniciar su mandato desde el nivel que dejará su antecesor.