Gabinete íntimo
La importancia del primer gabinete de ministros que acompañará a la Presidenta Michelle Bachelet es que refleja, quizás con la mayor libertad, qué es lo que espera sea su gobierno. La primera mirada de los equilibrios aparece en los números, un retroceso de la DC en cantidad e importancia de sus ministros, más un avancedel PPD y del PS, que […]
La importancia del primer gabinete de ministros que acompañará a la Presidenta Michelle Bachelet es que refleja, quizás con la mayor libertad, qué es lo que espera sea su gobierno.
La primera mirada de los equilibrios aparece en los números, un retroceso de la DC en cantidad e importancia de sus ministros, más un avancedel PPD y del PS, que aparecen constituyéndose en eje efectivo del gobierno. Todas las fuerzas políticas que constituyeron la plataforma electoral de Bachelet alcanzarán presencia en el gabinete, sin importar su tamaño o real aporte, como el Partido Comunista (Sernam), Izquierda Ciudadana (Bienes Nacionales), e incluso el MAS de Alejandro Navarro, que llega con una experta en seguridad (Natalia Riffo) al nuevo Ministerio del Deporte.
Pero esa mirada no es suficiente, porque no todos los ministerios tienen la misma influencia en la marcha del Gobierno, y porque tampoco la militancia de muchos ministros es indicativa de la presencia de sus partidos en el gabinete; el mejor ejemplo es el del propio Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo: no es su militancia PPD la que lo lleva al cargo, sino su cercanía e incondicionalidad con la Presidenta electa. Lo mismo ocurre con varios que transitaron directamente desde el comando de calle Tegualda al gabinete. La Presidenta optó por un eje político muy cercano, que compartiera su estilo y que siguiera operando en su nombre, representándola ante los partidos. Sólo queda ver cómo supera el déficit político de experiencia y relación con las colectividades, tanto de gobierno como de oposición.
Que Michelle Bachelet haya privilegiado a su equipo más íntimo de la campaña para conformar su gabinete, es un diseño que presenta como éxito el resultado de la propia elección presidencial, pero que también refleja su deseo de mantener distancia de los partidos, cuya mala evaluación ciudadana le da a ella la oportunidad de, una vez más, imponerse abiertamente.
Es un diseño audaz, porque sintoniza con una demanda ciudadana de renovación de la política, pero que tensiona su relación con los partidos. Por ejemplo, el hecho de que para representar a la DC en el equipo político se haya elegido a Ximena Rincón, quien no sólo es senadora en ejercicio, sino ex precandidata presidencial y disidente de la actual directiva encabezada por Ignacio Walker, pone en pie forzado las relaciones con la mesa del partido (la cual, además, debe aceptar en silencio la exclusión de Claudio Orrego del gabinete).
No mejor le va al presidente del propio partido de la Presidenta electa, Osvaldo Andrade, que dedicó todos sus esfuerzos a ordenar al PS y la Nueva Mayoría detrás de la candidatura de Bachelet. Sin embargo, en la selección de ministros no fue considerado Camilo Escalona, quien ve que su única alternativa a retirarse de la política activa —tras perder su escaño en el Senado— es retomar la conducción del PS y desplazar al propio Andrade.
Está claro que la lectura que hace Bachelet de sus partidos es de que están en una posición de debilidad máxima y que no encontrará en ellos ninguna oposición, puesto que no tienen otra opción que someterse a su popularidad. Sin ella, no hay gobierno ni tampoco Nueva Mayoría.
Prescindir de los partidos y concentrar el poder en los más leales no es un diseño original, ya lo vimos en el primer gabinete del Presidente Piñera y en el discurso del “gobierno ciudadano” del primer gabinete de la propia Bachelet. Ambos intentos sucumbieron ante la realidad de que la conducción política requiere autonomía y experiencia, además de relaciones de confianza que vayan más allá de la autoridad presidencial.
Este primer gabinete de Bachelet privilegia la lealtad personal ante todo, formando un equipo muy íntimo, pero que depende directamente de ella. Ya no habrá ministros “fusibles” a quienes responsabilizar de los errores. Con este gabinete íntimo, Bachelet buscará cumplir sus promesas de campaña y realizar, en esta segunda oportunidad, un gobierno que la refleje mejor.