Avances y roces en el cambio de mando
Faltando apenas once días para que Michelle Bachelet reciba por segunda vez la piocha de O’Higgins, el panorama dista mucho de otros traspasos del mandato presidencial, y no porque se trate de una alternancia política a diferencia de casi todos desde los años 90, sino por el carácter que le imprime el hiperactivo Sebastián Piñera. […]
Faltando apenas once días para que Michelle Bachelet reciba por segunda vez la piocha de O’Higgins, el panorama dista mucho de otros traspasos del mandato presidencial, y no porque se trate de una alternancia política a diferencia de casi todos desde los años 90, sino por el carácter que le imprime el hiperactivo Sebastián Piñera. Ello se expresa tanto en la voluntad de no cejar, como señalábamos la semana pasada, en ejercer tareas de gobierno que desmientan cualquier imagen de “pato cojo”, como en su iniciativa de institucionalizar una transparente liturgia de información y trabajo conjunto entre los ministros que se van y los que llegan. Una gira por el país dando cuenta de las realizaciones de su administración en las distintas regiones, y el aniversario ayer del 27/F, le han dado sin duda alta visibilidad en estos días, sin perjuicio de originarle más de alguna controversia.
En general, las documentadas reuniones bilaterales parecen cordiales y productivas, pese al retardo habido en las carteras políticas a la espera de que la Presidenta electa se pronunciara sobre los nombramientos que estaban en suspenso, y sólo hubo cierta tensión en Hacienda por la sospecha del futuro titular (contradicha por el actual) de que la subejecución del Presupuesto 2013 disminuiría sus fondos de libre disposición para este año. En la otra vereda partidista, el intercambio más intenso de opiniones ha girado en torno a la elección de directiva en Renovación Nacional, lo que ella supone de continuidad y cambio, y la opción entre una lista de consenso y la eventualidad de que compitan dos propuestas y sus probables candidatos.
El cierre de la reconstrucción. No constituye novedad que el balance de la tarea que el terremoto y tsunami impusieron desde el primer día al gobierno de Piñera arroje resultados contradictorios en el oficialismo (97% de avance, según el Presidente) y la oposición (76%, para el senador DC Jorge Pizarro), pues el tema puede enfocarse con distintos factores, etapas y puntos de vista (construcción o reparación, labor en curso o concluida). Michelle Bachelet, en cambio, evitó los porcentajes y bajó el tono a las críticas señalando que “el Gobierno ha hecho un importante trabajo de reconstrucción” y que ella continuará lo que pueda quedar pendiente. No obstante esas diferencias, es obvia y notable la magnitud de la obra realizada, en especial por la rapidez del funcionamiento de caminos, puentes, escuelas y hospitales destruidos, la laboriosa opción de reconstruir en los mismos sitios antiguos y dispersos, recuperando el valioso patrimonio afectado, y las costosas medidas de protección contra catástrofes futuras. Por ello ha sido alabado el proceso en el exterior, aunque falte, por ejemplo, evacuar parte de las “aldeas” provisorias que han soportado duros inviernos.
En definitiva, un informe independiente de Dictuc entregará el detalle de los datos, pero es probable que la polémica continúe y abarque la responsabilidad de las autoridades que debieron enfrentar la catástrofe —varias de las cuales son objeto de investigación judicial—, incluso por decisiones como el despliegue de las Fuerzas Armadas tras los saqueos. Pida o no el perdón que algunos le demandan, la Presidenta electa habrá de enfrentar el “uso político” que reprocha, dado que ése es un debate inevitable y válido.
Renuncias aceptadas. De acuerdo al diseño programado por su equipo, apenas concluyó su descanso veraniego, la Mandataria comunicó que, aparte del caso de Claudia Peirano (DC) en Educación, aceptaba la renuncia de los subsecretarios Miguel Moreno (PR), de Bienes Nacionales, y Hugo Lara (DC), de Agricultura, y confirmaba a los demás —también otra DC objetada, Carolina Echeverría, de Marina— y a todos los intendentes anunciados, incluso el de Tarapacá, Mitchel Cartes, pese a la petición en contrario del diputado Hugo Gutiérrez. Es probable que la revisión encargada a Mahmud Aleuy, subsecretario de Interior, haya tranquilizado el ambiente, pero persisten las críticas a Carolina Echeverría, se mantiene el rechazo del PC a Cartes —avalado ahora Gutiérrez por el diputado Teillier y por la UDI—, y ésta última ha acusado supuestos motivos inhabilitantes de algunos intendentes. Es probable, pues, que el tema siga vigente mientras los partidos pugnan por su cuota en las gobernaciones.
Queda claro sí que en esta materia, tras las consultas, Bachelet tomó personalmente su decisión, aun contra las opiniones partidistas. Además, ella hizo otros nombramientos, como Paula Narváez, jefa de su gabinete, y Paula Walker, a cargo de la Secom, recurriendo nuevamente a su círculo más cercano. En el Congreso ha habido una negociación directa y dura de los partidos por las comisiones de mayor importancia, y la DC siente perjudicada su influencia en un asunto clave para ella en que difiere del progresismo: la educación.
El caso de Ximena Rincón. La senadora DC aceptó ser ministra Secretaria General de la Presidencia, designación políticamente influyente, pero criticada por sacar a un parlamentario del congreso para integrarlo al Ejecutivo, aunque ésta haya sido una práctica de ambas coaliciones. Ella, de personalidad fuerte dentro de su colectividad, no vaciló en afirmar que esperaba recuperar la senaduría en la siguiente elección, lo que supone poner límite a su permanencia en el Gobierno, y se ha pronunciadoa favor del ex ministro Mariano Fernández en el debate de la DC por su reemplazo. Todo lo anterior, pese a las explicaciones posteriores, afecta la imagen de sus nuevas funciones en cuanto a su independencia en las relaciones internas de la coalición y probablemente causó molestia en el equipo que asesora a la próxima gobernante.