El crecimiento durante el gobierno de Piñera
Desde la perspectiva de una columna quincenal, quedan tres lunes para el fin del mandato de Sebastián Piñera. Salvo que algo extraordinario ocurra, parece interesante hacer en las próximas columnas una evaluación de la gestión económica del Presidente y su ministro de Hacienda. Partiremos por una evaluación global del crecimiento económico, para en las dos […]
Desde la perspectiva de una columna quincenal, quedan tres lunes para el fin del mandato de Sebastián Piñera. Salvo que algo extraordinario ocurra, parece interesante hacer en las próximas columnas una evaluación de la gestión económica del Presidente y su ministro de Hacienda. Partiremos por una evaluación global del crecimiento económico, para en las dos siguientes enfocarnos en temas estructurales: la relación capital/trabajo y la institucionalidad.
A pesar de que los números de fin de mandato son mediocres (la economía se espera que crezca en 2014 menos de 4%), Piñera podrá decir que durante su mandato el promedio del crecimiento fue relativamente elevado: en promedio habrá sido en torno al 5,3%.
El punto de debate de los próximos años será el siguiente: ¿cuánto de este mayor crecimiento que registró Piñera respecto de los gobiernos previos se debió a medidas acertadas, a reformas finamente diseñadas, a cambios estructurales buscados deliberadamente por quienes diseñaron la política económica o cuánto fue suerte?
No obstante que hay cosas que destacar en la gestión del gobierno, ellas no tienen la materialidad suficiente o no han rendido fruto todavía como para explicar el meollo del problema.
Entre políticas y suerte, lo que explica las cifras de este gobierno son tres cosas fuera de su alcance: (a) un buen ciclo externo, (b) el efecto expansivo de las políticas monetarias y fiscales contracíclicas de Bachelet en 2009, y (c) el efecto expansivo de la reconstrucción producto del terremoto. Lo único asociado indirectamente al gobierno puede ser un “bono de credibilidad” —ingenua a estas alturas— que pudo haber depositado el empresariado en Piñera y la nueva forma de gobernar. Quizá el bono pudo impulsar inicialmente la inversión, pero habrá que ver en el tiempo si esta hipótesis tuvo algún efecto empírico.
En todo caso, sabemos que el Presidente Piñera cree que las estadísticas y los adjetivos moldean la realidad. Argumentará entonces cosas como que la cantidad de leyes aprobadas en este gobierno es muy alta y que muchas otras quedaron presentadas. Casi con certeza armará el argumento de tal forma que dirá que es la más alta de la historia. Y de ahí concluirá que entre “suerte” y “políticas”, sus resultados son producto de “políticas”.
El lector avezado sin embargo ya conoce la estrategia presidencial y por eso, en general, duda. Analicemos entonces el último Estado de la Hacienda Pública (EHP) donde el ministro de Hacienda hace un análisis de este punto. Su enfoque se limita a mostrar que los factores externos no bastan para explicar el buen desempeño del gobierno. Como vimos, efectivamente no bastan.
En mi opinión hay al menos otros dos; lo que pasa es que ninguno de ellos dependía del gobierno. La explicación que da el EHP (pág. 32) es distinta: que el motor del crecimiento ha sido la inversión y que parte importante de ello se debe a medidas (“políticas”) implementadas por el gobierno. Destacan la reducción del impuesto de timbres y estampillas, el 14 quater, la reducción del costo de capital de las empresas chilenas gracias a la fijación de un benchmark internacional por el Estado, la reducción de los tiempos y costos de puesta en marcha de empresas…
Esta explicación es insuficiente. ¿Cómo cree Ud. que reaccionará la inversión después de un terremoto que destruye un porcentaje significativo del stock de capital (productivo, de infraestructura y habitacional) del país, según lo que el propio gobierno señaló? A la salida de tal shock, sería muy raro que no fuera la inversión la que liderara el crecimiento.
Y ¿qué cree Ud. que ocurrirá con la inversión en minería si los precios de las materias primas son tan altos como en 2010-12 que proyectos antes inalcanzables por su alto costo comienzan ahora a ser rentables? ¿Qué ocurrirá con la inversión en minería si grandes yacimientos como Chuquicamata, El Teniente o Escondida ya operan con leyes decrecientes y requieren nuevas ampliaciones para operar?
En el contexto de necesidades de inversión que se explican por la reconstrucción y el ciclo productivo del sector minero, las medidas que se señalan en el EHP significaron menos un definitivo impulso a la inversión que una transferencia a quienes habían decidido invertir de todas formas pero por otras razones.
La consecuencia de esta necesidad de invertir se amplificó por el efecto de las políticas para combatir la recesión implementadas durante el primer gobierno de la Presidenta Bachelet. La política fiscal expansiva generó un déficit (de eso se trataba) y la política monetaria fue extraordinariamente expansiva desde finales de 2008. El ministro de Hacienda reconoce —aunque confusamente critica— el primer elemento, pero no el segundo que tuvo efectos retardados sobre la actividad hasta comienzos de 2012.
Aparentemente hay buenas noticias en productividad. Según la Universidad Adolfo Ibáñez, hay una mejora reciente gracias al comportamiento del sector comercio pero en el análisis empírico, en particular de productividad, es imposible sacar conclusiones de una o dos observaciones favorables.
Así las cosas, una evaluación del crecimiento durante el período del Presidente Piñera sugiere que éste sacó provecho de factores exógenos que explican buena parte de las cifras del período 2010-2013. Como dijo con su franqueza habitual Ernesto Fontaine en su última entrevista, este gobierno no se caracterizó por sus reformas que promovieran el crecimiento económico. Y así fue no más.