Un gobierno que termina bien
En una ceremonia republicana, Sebastián Piñera entregará mañana el gobierno de nuestro país a la Presidenta electa. Ingresará al Salón de Honor del Congreso Nacional como Presidente de Chile y saldrá como ciudadano, todo un símbolo de lo que significa vivir en un Estado democrático de Derecho, en que el gobierno se ejerce por un […]
En una ceremonia republicana, Sebastián Piñera entregará mañana el gobierno de nuestro país a la Presidenta electa. Ingresará al Salón de Honor del Congreso Nacional como Presidente de Chile y saldrá como ciudadano, todo un símbolo de lo que significa vivir en un Estado democrático de Derecho, en que el gobierno se ejerce por un tiempo limitado, existe alternancia y el poder radica en las instituciones, de manera que una vez dejado el cargo quien lo ejerció vuelve a su condición anterior, sin privilegios, cuotas de influencia en el Estado, ni ninguno de esos vicios que los latinoamericanos hemos visto y sufrido.
Es imposible hacer un balance en pocas líneas, pues la administración del Estado es demasiado compleja como para emitir un juicio acucioso. Pero aún a grandes rasgos, el balance es muy positivo para nuestro país. Claro que hay activos y pasivos. Es imposible dejar de ver que hubo áreas en que no se avanzó como hubiéramos querido, que hubo decisiones precipitadas o que fueron interpretadas por el país de una manera que debilitó nuestras instituciones. Pero en esta hora final en que se puede “cerrar el ejercicio”, el saldo es que Chile tuvo un muy buen gobierno. Veamos por qué.
Los países necesitan bloques políticos sólidos, con legitimidad reconocida para dar gobernabilidad a la sociedad. Después de 50 años sin ganar una elección democrática, la derecha no tenía entre sus activos esa legitimidad. Porque, la verdad, el referente al que se le asociaba era la dictadura y su participación en ella, no el gobierno de Jorge Alessandri, demasiado lejano en el tiempo y sin ninguna referencia concreta con el Chile de hoy.
Estos últimos cuatro años despejaron ese problema de manera inapelable. La derecha es hoy un sector político con una probada legitimidad para aspirar y ejercer el gobierno del país. Esto no es sólo una ganancia para la derecha, sino un gran avance para los chilenos, que tenemos opciones reales y, por lo tanto, tenemos hoy una mejor democracia que hace cuatro años.
Chile progresó de una manera impresionante en este cuatrienio. Es difícil recordar un período de bonanza mayor: prácticamente pleno empleo, crecimiento importante y sostenido de las remuneraciones, disminución de la pobreza y, aunque estamos lejos de llegar a la meta deseada, también de la desigualdad. Se incrementaron los beneficios sociales en una proporción que no se queda atrás respecto del crecimiento económico. Las últimas cifras demuestran que en materia de seguridad ciudadana, sin estridencias ni medidas efectistas, se logró quebrar la tendencia y disminuir la delincuencia, algo inédito.
La inserción internacional de Chile continuó bajo un gobierno de centroderecha sin el menor obstáculo. El Presidente Piñera ha sido un Jefe de Estado reconocido y valorado por todas las democracias desarrolladas del mundo. El reciente acuerdo que permitirá a los chilenos ingresar a Estados Unidos sin visa es una buena demostración de ello, y que la administración del Presidente Obama lo haya firmado ahora y no en la futura administración es la mejor demostración de ese reconocimiento de legitimidad plena.
Este es un gobierno que termina bien y mañana el ex Presidente Piñera saldrá del Congreso como un simple ciudadano, pero uno que podrá mirar a sus compatriotas con la frente en alto. Deja un país en total paz social, sin un atisbo de corrupción y a las puertas del desarrollo. No es poco en este continente y en estos tiempos.