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La educación, ¿un campo de batalla ideológica?

“Los colegios particulares subvencionados son herencia de una mirada neoliberal de la educación”, señaló recientemente el senador Juan Pablo Letelier, añadiendo que no le “cuadra que el Estado tenga que financiar a un privado para una función pública tan relevante”. A esta sentencia respondió con fuerza el senador Ignacio Walker, preguntando si acaso el senador […]

Publicado el 15/04/2014

“Los colegios particulares subvencionados son herencia de una mirada neoliberal de la educación”, señaló recientemente el senador Juan Pablo Letelier, añadiendo que no le “cuadra que el Estado tenga que financiar a un privado para una función pública tan relevante”. A esta sentencia respondió con fuerza el senador Ignacio Walker, preguntando si acaso el senador socialista quería eliminar la educación particular subvencionada, afirmando que la Democracia Cristiana defenderá al sistema que hoy atiende al 55% de la matrícula.

¿Una señal de la batalla ideológica que se viene? Es de esperar que no. Porque lo peor que nos puede pasar sería tener al país dividido entre los que defienden la educación privada y los que abogan por la educación estatal. Sobre todo, porque es una discusión artificial y elitista. Los chilenos no andan mirando si el colegio es privado o estatal, lo que buscan es una educación que abra oportunidades a sus hijos. Cada vez más demandan el derecho a una educación de calidad, concebido como un acto de justicia. Quieren colegios con buenos profesores y que sean espacios protegidos. Buscan calidad y seguridad. Rechazan los abusos, las discriminaciones y los “negocios”, así como también el que sus hijos vayan al colegio y no tengan clases, que no aprendan lo que les prometieron o que el calendario escolar se vea interrumpido por paros y huelgas.

Les da lo mismo si son privados o estatales. Muchas veces encuentran lo que buscan en escuelas o liceos municipales (en muchas localidades no tienen otra alternativa), pero también lo encuentran en la educación privada subvencionada. De hecho, aunque la mayoría de los establecimientos son municipales, la mayoría de la matrícula es privada subvencionada y no es casualidad que la gran expansión se haya producido en la última década. Los padres que han ido eligiendo la educación privada subvencionada no son unos estúpidos engañados por el neoliberalismo o meros títeres del mercado. Es subestimarlos desde una visión ideologizada. Han elegido esa opción porque es la que encuentran mejor para sus hijos.

Por otra parte, el senador Letelier debiera saber que en este país hubo educación privada, subvencionada por el estado, desde los inicios de la república. Por lo tanto, responde a nuestra tradición, no a la mirada neoliberal. El Estado chileno apoyó colegios privados, laicos y religiosos, para que cumplieran la relevante función pública de educar. Eramos un país pobre y el Estado no podía por sí solo abordar esa tarea. La educación pública y la privada con subvención estatal han convivido a lo largo de nuestra historia, aportando también una diversidad de opciones educativas, tanto laicas como confesionales.

En las últimas décadas la cobertura escolar se masificó con el aporte privado de infraestructura y el copago de las familias que complementaron una escuálida subvención escolar. Hoy la situación es distinta. Es posible allegar más recursos a la educación y avanzar en la promesa de fortalecer la educación pública. Pero no será denostando ni deteriorando la educación privada que aquella florecerá. No se desviste un santo para vestir otro. Tampoco dividiendo al país en trincheras que, con seguridad, se volverán irreconciliables.

Al contrario, el Gobierno debiera promover el fortalecimiento del sentido público de la educación, sea ésta provista por privados o entes estatales, buscando que ambos sistemas ofrezcan a la sociedad proyectos educativos de calidad, diversos y complementarios.

Jorge Edwards

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