Desmunicipalizar, ¿Para qué?
Comparto que uno de los desafíos que tenemos hoy es fortalecer la educación pública de provisión estatal (también existe una educación pública de carácter privado). La educación municipal vive una crisis severa de pérdida de matrícula y, por ende, de financiamiento. Pero por sobre todo, se ha desprovisto de sentido. En los siglos anteriores tuvo […]
Comparto que uno de los desafíos que tenemos hoy es fortalecer la educación pública de provisión estatal (también existe una educación pública de carácter privado). La educación municipal vive una crisis severa de pérdida de matrícula y, por ende, de financiamiento. Pero por sobre todo, se ha desprovisto de sentido.
En los siglos anteriores tuvo una misión clara. Durante el siglo XIX respondió a la formación y expansión de nuestra nacionalidad, lo que hizo fundamentalmente a través del liceo, marcado por su espíritu republicano. Durante el siglo XX fue un motor para ampliar nuestra democracia incorporando a los chilenos a la educación formal, primero a la educación básica, y luego a la secundaria. En el liceo convivían la clase media y los trabajadores ilustrados, mientras que la mayoría de los jóvenes estaba fuera del sistema.
El año 2000 aún desertaban más de un 30% en la enseñanza media. Por lo tanto, la inclusión de todos es muy reciente y significó que el liceo perdiera su carácter elitista y homogéneo. Por su parte, con la masificación de la educación, la escuela municipal ha terminado siendo el “proveedor de última instancia”, atendiendo a los más pobres y a los que no acceden al resto del sistema, ya sea porque no hay otra opción o porque los padres prefirieron otra alternativa para sus hijos. Lo cierto es que la misión de la educación pública de carácter estatal en el siglo XXI pareciera reducirse, salvo casos excepcionales, a ser la última alternativa para los sectores más vulnerables, lo que no es lo mismo que ser “el basurero de la educación”, como la calificó el ministro Eyzaguirre.
¿Es eso lo que queremos para el futuro? Ciertamente, no. La misión de la educación pública para el siglo XXI debiera estar relacionada con el desafío de reducir las brechas de inequidad que hoy ya no tienen que ver con el acceso, sino con la calidad, en un contexto de educación para todos y conviviendo en un sistema de provisión mixta con alta participación del sector privado.
El punto es que esto no se resuelve con la mera desmunicipalización o con más recursos. La crisis es más compleja que las caricaturas que atribuyen todos los males al Estatuto Docente o a la privatización. Sus problemas son sistémicos y tienen que ver con financiamiento por pérdida de matrícula y con la falta de atribuciones. Hay disminución significativa de matrícula por factores demográficos y, no obstante, han aumentado los colegios privados. Añádase que la educación municipal tiene costos más caros (Estatuto Docente, además de atender a la población más vulnerable).
Por eso, en lo personal, creo que el corazón de la reforma no es la desmunicipalización. Puede ser cualquier sistema, pero debe cumplir requisitos que hoy los municipios no tienen: misión clara, financiamiento adecuado, carrera docente atractiva, estándares altos, autonomía en su gestión y responsabilidad por sus resultados, mecanismos de apoyo, monitoreo permanente de la calidad. Significa también abordar la pérdida de matrícula por factores demográficos, las regulaciones para el conjunto del sistema y, por último, el tipo de organización adecuada para la educación pública de carácter estatal.
Son temas ausentes del debate y, por el momento, estamos poniendo la carreta delante de los bueyes.