Mucho más que una reforma tributaria
La semana pasada, los chilenos pudimos conocer el proyecto de reforma tributaria largamente anunciado por la Presidenta Bachelet y su equipo de gobierno. Es un proyecto mayor, la más profunda reforma impositiva desde el retorno a la democracia, no sólo porque aumenta la tasa a las empresas, sino porque cambia muy profundamente el espíritu que […]
La semana pasada, los chilenos pudimos conocer el proyecto de reforma tributaria largamente anunciado por la Presidenta Bachelet y su equipo de gobierno. Es un proyecto mayor, la más profunda reforma impositiva desde el retorno a la democracia, no sólo porque aumenta la tasa a las empresas, sino porque cambia muy profundamente el espíritu que sustenta nuestro sistema tributario. Ya desde el día siguiente de conocido el proyecto comenzó un apasionado debate que probablemente se incrementará con la discusión legislativa. Es difícil entregar una visión que no esté excesivamente teñida por la pasión que despierta todo cambio que afecta aspectos tan sensibles como el tributario, pero intentaré concentrarme en cuatro puntos que creo esenciales para un debate constructivo.
Primero, la necesidad de que nuestra sociedad haga un esfuerzo mayor al que ha hecho hasta ahora por aliviar los esfuerzos que millones de familias hacen para obtener una buena educación para sus hijos, una atención de salud digna y otras necesidades que hoy son vistas efectivamente como derechos sociales. En esa perspectiva, un aumento de la carga tributaria es un paso que puede sostenerse en buenos argumentos. Se puede estar o no de acuerdo con un alza de impuestos, pero nadie podría razonablemente sostener que plantearlo es un mero capricho ideológico. De hecho, ya el Presidente Piñera impulsó un alza de impuestos en su gobierno. De manera que todos los sectores, especialmente aquellos que por principio se oponen a las alzas de impuestos, deberían entrar a esta discusión con la mente abierta.
En segundo término, y de parte de los promotores de este proyecto, es muy importante tener claro que ninguna carga tributaria, por alta que sea la recaudación que obtenga, será nunca suficiente para satisfacer las crecientes demandas sociales. De hecho, mi impresión -aunque sería más propio llamarlo mi intuición y lo reconozco con total transparencia- es que esta reforma no alcanzará siquiera para entregar un acceso universal y gratuito a educación de calidad. Para qué hablar de las otras demandas sociales urgentes. Probablemente sí puede financiar lo que el programa de la Presidenta Bachelet ofrece y en los plazos que allí se indican, pero la verdad es que se ha instalado la idea de que lo que se obtendrá será educación gratuita ahora y sin ningún distingo. Esto debe llevarnos a reflexionar que no podemos generar en las personas la expectativa de que los problemas sociales se pueden resolver a través de las políticas tributarias redistributivas, porque ello nos puede llevar a un círculo vicioso de frustración y más presión por nuevos aumentos de la carga impositiva.
Tercero, el proyecto deja entrever un cierto aire mesiánico, se intuye que los redactores en algunas partes actuaron bajo la peligrosísima lógica de que el fin justifica los medios. Es verdad que hay evasión tributaria y es verdad también que a veces se abusa de ciertas normas con fines exclusivamente elusivos; pero el Estado democrático liberal es la mayor expresión de la historia política del ser humano, precisamente porque ha sido capaz de generar límites objetivos que acotan el poder del Estado. El sistema tributario debe construirse dentro del marco básico de ciertos derechos que tienen que ser respetados. No se puede recaudar a cualquier costo.
Finalmente, lo más importante es que empecemos pronto a discutir el para qué de la reforma. La recaudación sin objetivos fijos es sólo discusión ideológica. Necesitamos que el Gobierno presente cuanto antes su reforma educacional y explique por qué se requiere ese nivel de recaudación de impuestos. Es importante que tengamos todas las cartas en la mesa, para que esto se defina de modo democrático, no impositivo (valga la redundancia).