Reforma tributaria: Chile necesita más
No cabe duda de que Chile requiere de una reforma tributaria. No sólo porque los chilenos apoyaron en su gran mayoría propuestas programáticas que requieren de financiamiento adicional permanente, sino también porque el nivel de recaudación actual no permite un Estado garante de derechos fundamentales, tales como los que ocupan el debate nacional; es decir, […]
No cabe duda de que Chile requiere de una reforma tributaria. No sólo porque los chilenos apoyaron en su gran mayoría propuestas programáticas que requieren de financiamiento adicional permanente, sino también porque el nivel de recaudación actual no permite un Estado garante de derechos fundamentales, tales como los que ocupan el debate nacional; es decir, por ejemplo, una educación y salud pública, gratuita y de calidad, al mismo tiempo que un sistema previsional solidario y digno.
A su vez, el objetivo de una reforma tributaria no puede ser únicamente recaudar, sino que también corregir la desigualdad, entendiendo por ello que quienes ganan más deben aportar más y que los ingresos del trabajo no pueden tributar tanto más, en términos porcentuales, que los del capital.
En ese contexto, no se puede desconocer que el proyecto de ley de reforma tributaria presentado por la Presidenta Bachelet constituye un importante avance, tanto por el monto que pretende recaudar, en comparación con la reforma tributaria efectuada por Sebastián Piñera, como por su búsqueda por mejorar la fiscalización tributaria y poner fin a los abusos asociados al mal uso del FUT, entre otros.
No obstante, si bien constituye un avance, este proyecto presenta una serie de omisiones de difícil explicación, fundamentales para corregir la desigualdad. La primera de ellas es la ausencia de un IVA diferenciado. El IVA no sólo es el impuesto que más recauda en Chile, sino que también un tributo que no distingue entre categorías socioeconómicas. En otras palabras, no distingue entre quien gana 210.000 y 20 millones de pesos. Mucho se ha debatido sobre la necesidad de establecer un IVA diferenciado para la canasta básica de alimentos, además del libro, considerando este último un bien de primera necesidad, no sólo en términos educacionales, sino que también para la construcción de una ciudadanía informada y alerta. Cuesta, entonces, entender que el proyecto presentado por el Ejecutivo establezca un IVA mayor para ciertos alcoholes pero no un IVA menor para alimentos de primera necesidad. Cuesta entender, porque no es razonable, que la leche o el pan tengan el mismo IVA que bienes considerados de lujo.
A su vez, este proyecto tampoco menciona la creación de un royalty a la extracción de recursos mineros y otros minerales. Esta medida no sólo se justifica por tratarse de un recurso natural finito, sino que también por ser parte de la riqueza de todos los chilenos. Por otra parte, los progresistas planteamos en reiteradas ocasiones la necesidad de establecer un impuesto a la riqueza financiera de uno por ciento, para personas con activos financieros (excluye bienes inmuebles) superiores a un millón de dólares. Es este el tipo de medidas que permite corregir una desigualdad que ya no tiene justificaciones algunas.
La tarea del Congreso es mayor. Los parlamentarios de la Nueva Mayoría deberán demostrar que su coalición no es sólo instrumental, sino que también política, y que en ella existe una real convicción por cambiar los cimientos de una sociedad profundamente desigual, y de esta forma empujar los límites de la reforma tributaria en su versión actual.
MARCO ENRÍQUEZ-OMINAMI, Presidente de Fundación Progresa
PATRICIA MORALES, Directora Ejecutiva de Fundación Progresa