Reforma tributaria: Entre panfletos y videos
La verdad es que, a medida que avanza la discusión sobre la reforma tributaria, en vez de entender sus implicancias, estoy cada vez más confundida. Tratándose de un tema complejo, difícil de seguir para la mayoría de las personas, uno esperaba un esfuerzo pedagógico para explicar sus razones, implicancias y beneficios para el país. Pero, […]
La verdad es que, a medida que avanza la discusión sobre la reforma tributaria, en vez de entender sus implicancias, estoy cada vez más confundida. Tratándose de un tema complejo, difícil de seguir para la mayoría de las personas, uno esperaba un esfuerzo pedagógico para explicar sus razones, implicancias y beneficios para el país. Pero, lamentablemente, un debate que en un comienzo parecía que se daría en un clima de buena disposición, se trasladó al ámbito de las emociones y la confrontación.
En la UDI no salieron las pocas voces más ponderadas a manifestar sus reparos, sino los “cabezas calientes”, quienes presentaron un panfleto tenebroso denunciando el daño de la reforma para las pymes y la clase media. A esta provocación, respondieron los “cabezas calientes” de enfrente. Se fueron a la consigna fácil: los ricos están defendiendo sus intereses de la mano de la UDI, con una campaña del terror, porque harán todo lo posible para impedir una reforma que los perjudica. Pero no sólo se descalifica a la UDI para participar en el debate. Obviamente, también a los empresarios, porque son los afectados, por lo tanto, no tendrían derecho a manifestarse. Incluso “los matices” planteados por la Democracia Cristiana serían una traición al “Programa”. “No permitiremos que la Democracia Cristiana se dé un gustito”, señaló ayer el diputado Espinoza.
Lo preocupante es que el Gobierno se ha ido sumando a una estrategia semejante. Se escuchan más fuerte las voces confrontacionales que las dialogantes (como el ministro Peñailillo o la misma Presidenta). Al mismo tiempo, todo indica que el Ejecutivo ha decidido presionar la discusión parlamentaria a través de acciones propagandísticas, con un lenguaje que, simplificando los mensajes, sustituye los buenos argumentos por consignas. Pretendió que la reforma se aprobara tal cual la presentaron al Congreso, ejerciendo la mayoría, en vez avanzar en un nuevo acuerdo tributario que permitiera su objetivo de financiar las necesidades del país y disminuir la desigualdad.
Cuando vio que no era posible un triunfo tan rápido como esperaba en la discusión legislativa, ha decidido avanzar por la vía de la presión, a través de la propaganda. Hacer un video para explicar una política del Gobierno, con información en lenguaje sencillo de propuestas técnicas que el común de los mortales no entendemos, es algo necesario y completamente legítimo. Pero el video que conocimos ayer no contiene información alguna, sino un relato sustentado en una visión maniquea de la sociedad, dividida entre ricos que defienden sus intereses y grandes mayorías que requieren bienes que no son posibles de conseguir por la negativa de esos ricos.
Es propio de las mentalidades totalitarias preferir la propaganda a la discusión, que es esencial en una democracia. Son los mismos que hacen de un programa un dogma, porque ello evita el diálogo respetuoso entre distintos sectores e intereses en la sociedad. La propaganda que exacerba la confrontación es pan para hoy, hambre para mañana. Eso lo hemos visto a través de la historia. Hay demasiados ejemplos, algunos cercanos.
Hoy estamos confundidos. ¿A quién le creemos? No nos basta el argumento de ricos contra pobres. Nos merecemos que el Gobierno enfrente el debate desde la pedagogía y el diálogo, cuidando la convivencia democrática. Con seguridad, de esa manera será más fácil aprobar la reforma tributaria que el país necesita.