Venezuela: La hora del diálogo
La reunión que tendrá lugar esta noche entre el gobierno de Venezuela y la oposición, en medio de la grave crisis por la que atraviesa ese país y gracias a una eficaz gestión de los cancilleres de Unasur, no tiene precedentes en los 15 años de revolución bolivariana. Por eso mismo ofrece la oportunidad, si […]
La reunión que tendrá lugar esta noche entre el gobierno de Venezuela y la oposición, en medio de la grave crisis por la que atraviesa ese país y gracias a una eficaz gestión de los cancilleres de Unasur, no tiene precedentes en los 15 años de revolución bolivariana. Por eso mismo ofrece la oportunidad, si todos los involucrados saben aprovecharla, de marcar el inicio de una nueva etapa en que los venezolanos, hoy intensamente divididos, empiecen a reencontrarse en un camino que los lleve a enfrentar juntos los numerosos y profundos problemas que aquejan a su sociedad.
Hay sobradas razones para ser escépticos sobre lo anterior. El solo hecho de que la cita sea transmitida en vivo en cadena nacional alienta suspicacias de que sea utilizada antes como evento comunicacional que como el primer paso del complejo diálogo político que gobierno y oposición han aceptado entablar. Además, tanto la conflictiva historia de la relación entre chavismo y oposición, como la actual coyuntura crítica que atraviesa el país, influyen en los actores políticos para que estos flexibilicen o vuelvan más rígidas sus posiciones. El desafío para ellos será encontrar formas de trascender la lógica confrontacional que ha primado por años, pues sólo si las partes se reconocen mutuamente como interlocutores válidos -y como actores democráticos legítimos con una función que cumplir- existe alguna esperanza de un diálogo fructífero.
Es innegable que, en esta materia, el peso de la duda recae sobre todo en el gobierno. Por una parte, porque esta anómala situación en que los opositores políticos de un gobierno no cuentan con mecanismos formales de relación con él -por ejemplo, visitas como las que realizan con cierta frecuencia a La Moneda las directivas de la oposición chilena bajo gobiernos de distinto signo simplemente no existen en Venezuela- es esencialmente responsabilidad del oficialismo, como han criticado diversos organismos internacionales, incluida la Comisión Interamericana de DD.HH. en sucesivos informes. Las falencias de la democracia venezolana han sido ampliamente documentadas -en especial las relativas a la falta de autonomía de los poderes públicos frente al Ejecutivo y las amenazas a la libertad de expresión-, y todo indica que se han agravado bajo la administración del Presidente Nicolás Maduro.
Por otro lado, es el gobierno el que tiene en sus manos las herramientas para hacer frente a los problemas del país, como el desabastecimiento sin precedentes de productos básicos, la mayor inflación del continente y la peor inseguridad, entre otros.
Ese cúmulo de problemas, sumado a la crisis provocada por protestas callejeras que ya llevan dos meses y que han dejado 39 muertos y centenares de heridos, ponen al oficialismo en posición delicada. Iniciar un diálogo genuinamente democrático con la oposición -con una actitud constructiva de ésta- ofrece, si no una puerta de salida, al menos un alivio a la convulsa situación actual. Las condiciones que ha puesto la oposición son razonables -amnistía para los presos políticos y liberación de los detenidos sin juicio durante las protestas-, y como ha dicho el canciller ecuatoriano, no está sobre la mesa la idea de discutir un reemplazo del actual Mandatario ni nada que se le parezca. La participación de un representante del Vaticano entrega garantías de imparcialidad a todas las partes y eso es un activo relevante.
Es de esperar que los actores políticos venezolanos puedan aprovechar al máximo el potencial que ofrece el diálogo que inician hoy.