21 de mayo
“En pocas semanas hemos tenido demasiada descalificación. Ojalá volvamos a poner el acento en lo que nos une y la Presidenta nos devuelva a ese camino”.
Por Cristina Bitar
La Presidenta Bachelet hará su primera cuenta ante el Congreso Pleno este miércoles en medio de un ambiente de crispación política. No hay duda de que estos discursos han ido cambiando en el tiempo, perdiendo mucho de su naturaleza original, que era informar al país de lo realizado por el Gobierno, y que se han transformado en un verdadero mensaje a la nación, en que se revisa con más o menos precisión lo hecho, se anuncian medidas para el año siguiente y se da sentido político a la gestión.
Este mensaje no debería ser diferente, por tratarse de un gobierno que está empezando recién hace setenta días y porque tanto la reforma tributaria en tramitación, como lo anticipado en materia de educación han dado lugar a fuertes polémicas. Distinto es lo ocurrido con la recién anunciada agenda energética, que ha sido recibida en un contexto general muy favorable, probablemente porque es fruto del diálogo.
En estas semanas ha quedado en evidencia que no hay un concepto compartido entre Gobierno y oposición de lo que se entiende por diálogo en las actuales circunstancias políticas del país; tampoco lo hay con muchos de los actores de la sociedad civil involucrados en las iniciativas tributarias y de educación. Por una parte, el Ejecutivo ha señalado que está dispuesto a dialogar, pero no a cambiar los fundamentos de sus proyectos, puesto que cuenta con el respaldo ciudadano expresado en las urnas; por otra parte, la oposición considera que el diálogo sólo es tal cuando hay disposición a aceptar las posiciones del otro y cambiar, incluso en aspectos fundamentales, en beneficio de un clima de convivencia armónico.
Curiosamente, en estos días se ha hablado mucho de la “democracia de los acuerdos”, uno de los principios ordenadores de la política de los años 90 impulsada por los gobiernos de la Concertación, pero esa manera de hacer política ha sido criticada y desahuciada por la Nueva Mayoría, su sucesora política. Hasta ahora, el Gobierno y su coalición han dado señales y ofrecido un discurso mucho más cercano al “avanzar sin transar”, que a esa recordada democracia de los acuerdos.
En mi visión, éste es un mal escenario para la Presidenta Bachelet, pues ella siempre ha sido percibida y valorada por tener un liderazgo dialogante, por ser el epítome del liderazgo del siglo XXI que escucha, acoge y contiene. Alguien que prefiere mil veces convencer, antes de que simplemente vencer a su interlocutor. Esta es la base de su apoyo, de la esperanza que ella proyecta. Es verdad que como candidata prometió cambios y que la gente los espera, pero no tengo dudas de que la inmensa mayoría de los que votaron por ella lo hicieron en la seguridad de que si hay alguien capaz de hacer transformaciones sin perder el clima de paz y armonía democrática, es Michelle Bachelet.
En estos dos meses hemos escuchado hablar de aplanadoras, de retroexcavadoras, de los ricos como sinónimo de un grupo que abusa de los más pobres; hemos visto videos polémicos y respuestas también polémicas. Este miércoles será la Presidenta quien hablará y lo hará para todos los chilenos. Tengo la esperanza de que su discurso esté en el tono y el estilo que le conocemos, que encontremos esa disposición que hace que para ella no exista nada intransable, salvo la convivencia democrática y armónica entre los chilenos. En pocas semanas hemos tenido demasiada descalificación; ojalá volvamos a poner el acento en lo que nos une y sea la Presidenta la que nos devuelva a este camino este 21 de mayo.