Bolivia, música y arte
En Santa Cruz de la Sierra y en la Chiquitanía la música sigue siendo un arte privilegiado, en medio de una región selvática”.
Pocas veces se puede reconocer el pasado hispano-indígena y valorarlo. El X Festival de Música, que a unos amigos y a mí nos llevó a Bolivia, nos lo permitió. Los jesuitas y otras órdenes religiosas durante la Colonia no solamente evangelizaron, sino que llevaron la cultura occidental a ese país y a toda América. En Santa Cruz de la Sierra y en la Chiquitanía la música sigue siendo un arte privilegiado, en medio de una región selvática y húmeda, de cielos azules, bosques, flora variadísima y aves exóticas.
En el siglo XVII se fundaron las Reducciones, o centros de evangelización y de cultura para los indígenas, y fue la música barroca que traerían los religiosos uno de los métodos de evangelización. Ahora son pueblos como San José, San Ignacio de Velasco, Concepción y tantos más que fueron surgiendo entre los siglos XVII y XVIII. Hoy pocos conocen los nombres de los fundadores de esas reducciones y sólo los textos de historia los recuerdan. En verdad, no obstante las enormes dificultades y sufrimientos que enfrentaron, ellos hicieron surgir la fe y la civilización cristiana. Allí hoy se vive la música barroca que misioneros e indígenas crearon, la cual caló tan hondo que hay actualmente más de 4.000 músicos jóvenes en la región. En iglesias y plazas se escuchan piezas musicales nativas, como también a los grandes compositores barrocos europeos. Niños de ocho años tocan violín en las orquestas en compañía de adolescentes y jóvenes. Para ellos la música es importante y les da sentido a sus vidas, y como que también los hace crecer humanamente sanos. El cristianismo y un sentimiento utopista estaban en la evangelización, y la obra caló tan adentro del alma indígena, que continuó aun cuando en 1767 los jesuitas fueron expulsados de las misiones. En cambio, Vivaldi, San Martín, Bach y otros se quedaron, junto con la fe cristiana. El dramático encuentro entre los dos mundos que originó el Descubrimiento y la Conquista —donde cultura, fe y violencia se mezclaron— dio como fruto a la América mestiza, donde hoy Bolivia muestra un fruto excelente con la música que se ejecuta en la Chiquitanía. Más de 80 óperas, cantatas, sonatas y otras obras musicales se guardan en los registros que musicólogos han reunido y editado. El chileno Samuel Claro Valdés fue uno de los primeros en valorar esta música y, con enormes dificultades, recogió partituras en los diversos pueblos de la Chiquitanía. La reducción era una ciudad ideal moldeada por la vivencia de la fe y el aprendizaje de las formas culturales hispanas, entre ellas la música. Ella reinaba en las magníficas iglesias de retablos dorados y de policromadas imágenes, que permanecen imponentes en las plazas de los pueblos que fueron antiguas reducciones. El templo era el centro de la vida y hoy sigue siéndolo, aquí poco ha entrado el secularismo. La decoración barroca y dorada de los altares y retablos, y la pintura coloreada de los muros siguen atrayendo a los habitantes de esos pueblos como a los miles de visitantes que llegan a esos lugares. Las fiestas patronales permiten desplegar los viejos rituales coloniales en procesiones y actos litúrgicos que son acompañados por la omnipresente música.