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Dos agendas

“Así como la promulgación de una ley no es el final de una tarea, sino su inicio, lo mismo ocurre con las agendas Energética y de Competitividad e Innovación: su éxito es un inmenso desafío de gestión que ahora recién comienza”.

Publicado el 19/05/2014

Por Oscar Guillermo Garretón

La semana pasada el Gobierno dio a conocer dos agendas cruciales. Una es la Energética y la otra de Competitividad, Innovación y Crecimiento. Daré algunos números para facilitar la comprensión de lo que significa nuestra crisis energética y la importancia de la agenda entregada por la Presidenta Bachelet.

Según Cochilco, hay en estudio proyectos cupríferos de inversión por más de US$ 87.000 millones. De estos, al menos el equivalente a US$ 50.000 millones están paralizados por problemas de suministro o precio de energía. En caso de ejecutarse, aportarían al año 2021 una mayor producción anual de dos millones de toneladas de cobre fino, con un mayor ingreso para el Estado de casi US$ 6.000 millones al año. O sea, cada año, casi tres cuartos de la recaudación de la reforma tributaria en discusión.

Asimismo, si se lograran suministros de energía a US$ 70 u US$ 80 por MWh para la actual producción minera (hoy rondan US$ 110, y en Perú US$ 40) disminuirían tanto sus costos, que sus mayores excedentes tributarían al Estado del orden de US$ 1.000 millones adicionales por año.

Hoy tenemos los costos de energía más altos de América Latina. La crisis no está por venir, llegó hace rato. Paraliza proyectos y su costo para el país y para el Estado supera con creces lo que pretende recaudar la reforma tributaria. El camino para superarla es largo, por eso es bueno que al fin un gobierno se proponga recorrerlo en serio. No menos de diez años se demoraría, en el mejor de los casos, como la propia Agenda establece. Si proyectos mineros de larga maduración están afectados, no duden que afectará por años cualquier proyecto de inversión en Chile, con consecuencias obvias en crecimiento y empleo. Quien crea que éste es sólo el problema de unas pocas empresas, no entiende nada.

Es valioso que la agenda se haya confeccionado a partir de consultas muy amplias y que la diversidad de consideraciones para definir un proyecto sea parte de la política. No son técnicas las diferencias que nos han paralizado. Son disensos sociales y requieren tratamiento político. Tareas principales para el éxito práctico de esta agenda son: consolidar los consensos anticipados por el texto en torno a la mejor matriz energética para Chile y la forma de implementarla, así como el destrabamiento de proyectos que le den credibilidad.

La otra agenda es la de Productividad, Innovación y Crecimiento. Un documento sólido, corto y de propuestas muy concretas, construido con la única lógica viable de país: un esfuerzo conjunto del sector público y de la diversidad de actores privados involucrados en la tarea.

Chile necesita diversificar su matriz productiva de bienes y servicios. No se trata de inventar sectores nuevos en un escritorio, sino de apoyar la superación de nuestra baja productividad, que sólo en parte se debe a factores educacionales. En este sentido, la resurrección de la política de “clusters” nos reencuentra con países destacados en productividad e innovación. Es de allí y del entrelazamiento de nuevos bienes y servicios de más alta tecnología y estándares mundiales que nace la respuesta a las amenazas que se ciernen sobre nuestra competitividad global.

Pero la agenda tiene además la virtud de situarse fuera de culturas que hoy nos lastran. Por un lado, la de la derecha más ortodoxa, que tiende a ver el emprendimiento e innovación como algo fundamentalmente de iniciativa privada, minimizando el rol de lo público. Por otro, esa parte “retro” de la izquierda que suele mirar con distancia y sospecha todo lo que tenga que ver con empresa. La experiencia mundial es categórica en demostrar que sólo cuando son asumidas como obra conjunta por gobierno y privados, los países llegan a ser innovadores y productivos.

Bienvenidas ambas agendas; espero que el actual clima de trinchera no las opaque o dañe. Pero así como la promulgación de una ley no es el final de una tarea, sino su inicio, otro tanto ocurre con estas agendas: su éxito es un inmenso desafío de gestión que ahora recién comienza.

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