El modelo económico bajo fuego
Por Marcelo Villena
U. Adolfo Ibañez
“No podemos pasar de cuestionar el modelo a prescindir de la lógica económica”.
Por Marcelo Villena
Director de Máster en Regulación
U. Adolfo Ibañez
Cuando pregunto a los alumnos qué entienden por mercados, hay consenso en que parecen tener una connotación negativa y en que las grandes empresas están al centro de la discusión. No es sorpresa, considerando que el debate nacional cuestiona el rol de los mercados en educación, salud, previsión, e incluso en energía y la banca.
Si el modelo económico nos dio alegrías en el pasado, ¿por qué ahora surgen estas críticas?
Primero, porque en el último tiempo los mercados sólo han ganado titulares negativos debido al accionar de ciertas empresas y ejecutivos: las farmacias, La Polar, el caso Cascadas, las ganancias de bancos, isapres, AFP y otros. Esto no nace de una prensa hostil hacia el empresariado, sino de las malas prácticas de algunas compañías que denotan un amor excesivo por el corto plazo, que han sido posibles por la falta de gobiernos corporativos eficaces.
Segundo, los guardianes del modelo —los economistas— comienzan a perder credibilidad. A pesar de nuestra reconocida seriedad como país, su influencia comienza a debilitarse a causa de la poca disposición a cambiar el más mínimo aspecto del modelo económico, el cual comenzó a ser un fin en vez del medio.
¿Debemos entonces olvidarnos del modelo económico?
La respuesta no pasa por eliminar a los mercados, los empresarios o los economistas. No porque se “elimine” a los economistas los recursos van a dejar de ser escasos; no porque dejemos de hablar de mercados en la salud y educación va a desaparecer la oferta y la demanda; no porque decidamos regular precios se solucionarán todos los problemas.
En definitiva, no podemos pasar de cuestionar el modelo a prescindir de la lógica económica. En el pasado, ya lo intentamos y los resultados no fueron los mejores. Todos sabemos que no podemos tener salud, educación, vivienda e infraestructura pública gratuitas y de calidad con un ingreso per cápita anual de veinte mil dólares y cuando menos del 30% de la población paga impuesto a la renta. Debemos necesariamente aumentar la producción y mejorar la productividad.
Finalmente, regular correctamente los mercados es clave. Por un buen tiempo, descuidamos las regulaciones sectoriales, lo que debilitó la competencia en muchos mercados. El lobby no regulado de las empresas y los hacedores de política pública temerosos del cambio están entre las principales razones de esta inacción regulatoria, junto con la falta de capital humano.
Una sociedad muy regulada y sin mercados es tan poco práctica como una con muchos mercados y ninguna regulación.