¿Vamos bien, no?
“Nos estamos acercando a entender que la política es un arte que requiere mantener un equilibrio siempre sensible. Las demagogias no caben en este empeño”.
Por John Biehl del Río
Estamos viviendo un nuevo gobierno. Las circunstancias pueden sintetizarse en sus rasgos más profundos en los intentos de hacer la “Revolución en Libertad”, que encabezara Eduardo Frei Montalva, seguida por la “Vía Chilena al Socialismo, que encabezara Salvador Allende, y que terminaron en un golpe militar cruento. Estas tres etapas dieron la vuelta al mundo en diferentes direcciones, buscaron apoyo en países distintos, algunos en democracia, otros en dictadura.
Otra circunstancia significativa es que arrastramos una transición que parece eterna, un período en que algún día encontraremos la mejor democracia y el orden más justo. Hoy caminan juntos los de la “Vía Chilena al Socialismo” y los de la “Revolución en Libertad”.
Ahora haremos el camino de amistad y ello se ha definido en un programa de gobierno que es una tabla de mandamientos. En el debate inicial de todos ellos, los ministros van repartiendo los corazones, lo que es intocable en esa tabla de la ley. Apareció el corazón del cambio educacional, también el de la reforma tributaria y así sucesivamente todos los que integran la larga lista de compromisos electorales. Es romántica esta repartición de corazones que fija los límites del diálogo.
El ejercicio tiene su propia solemnidad y comienza por un anuncio público de la Mandataria, donde se firma y va dando por cumplido cada uno de sus compromisos electorales. Comenzó por hacer perpetuo el bono de marzo para ayudar a las familias más necesitadas al momento de tener que afrontar los gastos para ingresar a los hijos a la escuela. Agregó que este bono sería permanente. Es probable, entonces, que exista presión para que también otros bonos adquieran igual autonomía. Más aún, para la próxima campaña política se podría comenzar a prometer que los bonos serán hereditarios.
No cabe duda de que ha sido ingeniosa la idea de la Nueva Mayoría. Ha existido astucia en unir a los políticos tras este esfuerzo en un programa de gobierno que todos se comprometen a cumplir. Es una realidad bien captada, pues los caminos son diferentes y, ciertamente, no todos concuerdan con que deba conducir al socialismo.
Sin embargo, la forma en que se mueven los partidos políticos sigue aprisionada por quienes viven los dogmas más severos. Una vez más, ha comenzado el juego en que aquel que quiere aportar en el diálogo, distanciándose de la línea más dura, es un estorbo. Diferente es un programa de su ejecución. Por ejemplo, serán importantes en la reforma educacional la capacidad y la orientación que tenemos para ejecutar esa enorme cantidad de dinero. Tradicionalmente, muchos de los aumentos de impuesto han terminado en mejores salarios, pensiones y escuelas pintadas. La reforma profunda tiene ya varios intentos y hay iniciativas piloto en marcha que son buenas.
Ninguno de los temas planteados como reformas en los distintos campos puede darse por ejecutado una vez que esté firmada la ley o el decreto. Por eso, los proyectos no pueden venderse con eslóganes y descalificaciones. Se buscan cambios culturales y sociales, pero, por sobre todo, comprensión global para hacer de la exclusión y la pobreza vivencias inaceptables en la sociedad. Por eso se requiere diálogo, mucho diálogo.
Nos estamos acercando bastante a entender que la política es un arte que requiere mantener un equilibrio siempre sensible. Se trata de crecer económicamente y repartir al mismo tiempo. Las demagogias no caben en este empeño. El conflicto por el cual en Chile se quieren estos cambios ya lo tuvimos y no necesitamos repetirlo temiendo a los acuerdos y jugando a la política del ayer.