El aleteo de la mariposa
“Leí el proyecto de ley de la reforma tributaria y me pregunté si alguien era capaz de garantizar seriamente que esa avalancha de cambios no provocarán sino los efectos previstos por sus modeladores”.
Por Oscar Guillermo Garretón
Edward Lorenz, uno de los padres de la teoría del caos, postuló a partir de estudios de predicción atmosférica que la vida se ordenaba en sistemas caóticos donde todo está interconectado y lo mínimo era capaz de cambiar imprevisiblemente lo grande. De allí se inspiró para actualizar un proverbio chino preguntándose: “¿Provoca el aleteo de una mariposa en Brasil un tornado en Texas?”
Más tarde, la teoría del caos adquiriría patente científica y el Premio Nobel de Química de 1977, Ilya Prigogine, dio forma a nuevas leyes para entender el movimiento de los sistemas. Los redefinió, a diferencia de la física clásica, como sujetos a inestabilidad permanente, donde las leyes que los afectan son sólo probabilísticas y, por ende, marcados por la imprevisibilidad e irreversibilidad de su evolución en el tiempo.
¿A que vendrá todo esto, se preguntarán? Es que leí el proyecto de ley de la reforma tributaria.
Para sortear la inquisición política en boga, dejo constancia de que comparto el corazón de la reforma, cual es dotar al Estado de US$ 8.200 millones para la reforma educacional y atacar las desigualdades que nos están lastrando. Más entusiastas unos, más resignados otros, concuerdo con el ministro Arenas en que casi nadie cuestiona en Chile esos objetivos. Pero también, demasiados han planteado dudas respecto de esta particular forma de recaudar contenida en el proyecto de ley.
El artículo 1º —calificado como intocable “corazón de la reforma”— abarca 76 páginas del proyecto, con 57 números, agrupando cambios que, en el lenguaje del texto, suprimen, agregan, sustituyen, reemplazan, derogan, modifican, eliminan e incorporan disposiciones tributarias de diversa índole. Conté 102 cambios.
Sentí el aleteo de la mariposa. Me pregunté si alguien era capaz de garantizar seriamente que esa avalancha de cambios, calificados además de “profundos” para que nadie se equivoque suponiéndolos superficiales, no provocarán sino los efectos previstos por sus modeladores. Mi inquietud aumentó cuando profesionales respetados de la propia Nueva Mayoría alzaron voces de alerta sobre efectos no deseados, entre ellos sus cuatro ex ministros de Hacienda que no están en el gobierno. Se transformó en desaliento al detectar en algunos legisladores ignorancias inexcusables, por ejemplo sobre el FUT o las “utilidades atribuidas”.
Por si faltara algo, el informe financiero sobre la reforma tributaria publicado por el Ministerio de Hacienda (Mensaje 24-362) da cuenta de que algo menos del 49% de los US$ 8.200 millones proviene de los nuevos impuestos a la renta (1a. categoría, FUT, renta presunta) que supuestamente pagan “sólo los más ricos”. El 51% viene de impuestos a la vivienda, tabaco, diésel, alcoholes, timbres, etc., y del control de la evasión, donde es más temerario sostener lo mismo.
Así las cosas, veo imposible tener certeza sobre las consecuencias de los procesos desatados. Demasiadas mariposas han sido echadas a volar por ese artículo 1º. Se me encoge el corazón cuando se juegan su credibilidad, asegurando que la clase media no se verá afectada por la reforma y que el impacto en el ahorro y la inversión será despreciable.
No me preocupan los ricos. Son los que menos sufren cuando los países no resultan como sus moldeadores lo dibujaron, y no dejarán de ser ricos por pagar algo más o ahorrar menos. Lo que me abruma es la pesadilla de la defraudación volando en alas de mariposa.
Anhelo que no se equivoquen. Para eso es bueno escuchar y abrirse a corregir. Recibo con esperanza señales de apertura en el ministro de Hacienda y la noticia de que los senadores de gobierno en la Comisión de Hacienda se darán tiempo para escuchar pareceres y estudiar en profundidad el proyecto. Todo político digno de ese nombre sabe que mientras más hondos los cambios, más cuidadosa debe ser la preparación y más amplias las mayorías necesarias.
Cuanto más numerosas y diversas son las alteraciones a cualquier sistema, más impredecibles son las consecuencias. Los seres comunes lo saben o intuyen. La gradualidad emociona menos, pero es más certera.