El ancho camino del medio
Por Camilo Feres
“Los que acusaron tibieza deben ahora defender los avances”.
Por Camilo Feres
En la medida en que la reforma educacional se traduce en proyectos concretos, la posibilidad de contener en ella la diversidad de posiciones e intereses en torno a la agenda de educación, comienza también a achicarse. Este fenómeno, inherente al proceso político de convertir posiciones en decisiones, pondrá a prueba la tolerancia de actores cuya historia política está más vinculada a la denuncia de la mitad vacía del vaso, que al cuidado de su parte medio llena. Esta es la verdadera prueba de fuego que enfrenta la Nueva Mayoría.
Para remozar a la derrotada Concertación, sus partidos eje debieron acometer un esfuerzo político de convergencia y uno semántico o de discurso. Este último derivó en un relato que hasta ahora se ha mantenido dentro de los márgenes de las consignas y demandas de los movimientos sociales (en el eje lucro/inclusión), alimentando una luna de miel que empieza a trizarse.
Desde una vereda, el presidente de la DC advierte que, en la segunda de las reformas clave, su partido y sobre todo sus senadores, harán uso de la contrarrevolucionaria facultad de opinar e incluso oponerse a asuntos que lesionen su ideario, su electorado o hasta los intereses de conspicuos miembros de su partido.
Por el otro lado, los estudiantes —ahora sin el manto ni la guía de partidos experimentados— denuncian como insuficientes las propuestas del Gobierno y evitan subirse a cualquier mesa que no les asegure un resultado vinculante y químicamente puro. Los profesores tampoco consideran que la velocidad, la profundidad y la priorización de la agenda gubernamental satisfagan del todo sus anhelos gremiales y anuncian marcha.
El anhelo de educación pública, gratuita y de calidad concitó el apoyo masivo de una opinión pública que premió a los estudiantes con su respaldo. La transformación de este movimiento en una consigna de carga altamente política, como el “fin al lucro”, tuvo la virtud de comprometer poco del apoyo del movimiento y servir, a la vez, de clivaje para un posicionamiento político que se ha dado en denominar de nuevo ciclo.
Ahora, la conversión de estas consignas en una agenda legislativa de fin al lucro con fondos públicos (en efecto, no fin al lucro a secas), fin a la selección (en los no emblemáticos) y al copago (de a poco); ha terminado por ubicar al oficialismo en la posición que suele quedar un gobierno: en el ancho camino del medio.
Esto, que para muchos es señal de normalidad, no deja de ser una novedad para quienes han medido su acción política como la capacidad para poner en jaque o en entredicho la profundidad de los cambios que se pueden acometer desde las instituciones del Estado. Así, los que otrora denunciaran la lentitud, la tibieza e incluso el “entreguismo” de las reformas de la Concertación, deberán ahora salir a defender los sacrílegos avances en la medida de lo posible que emprenda la Nueva Mayoría.