HidroAysén y la agenda energética
Por Gustavo Rosende
“Al parecer, los movimientos sociales inclinaron la balanza”.
Por Gustavo Rosende
La semana pasada el comité de ministros rechazó el proyecto de HidroAysén. ¿Podía esperarse otra cosa? Realmente no.
Esa “crónica de una muerte anunciada” plantea ahora la justa duda de si este episodio, más allá de las declaraciones del ministro de Energía, no suprime en los hechos futuros proyectos hidroeléctricos, que siempre tendrán impacto en el medio ambiente y en alguna comunidad. ¿Qué seguridad tendrán todos los proyectos que hoy se encuentran en trámite de no ser rechazados? Lo que plantea la agenda energética del Gobierno —“no exigir con efecto retroactivo”— debe ser respetado y no repercutir en este tipo de inversión neurálgica para el desarrollo.
Lo importante es saber cómo enfrentará el Ministerio la problemática energética que se avecina sin los MW que aportaba el polémico proyecto al sistema, pues parece que algunos de los supuestos de la agenda energética, como la eficiencia energética, están mal enfocados. Por ejemplo, en eficiencia se propone mirar la experiencia de países industrializados, pero hay que considerar que un país desarrollado consume en promedio tres veces más energía que Chile, de manera que si queremos avanzar hacia el desarrollo, será inevitable aumentar el consumo energético, por más ahorro que seamos capaces de realizar. Esto no invalida estas medidas como política de Estado de largo plazo, pero es claro que será una alternativa de impacto complementario.
En vista de eso, ¿son suficientes las restantes propuestas energéticas, especialmente las ERNC? Destacando propuestas concretas de incorporación de sistemas fotovoltaicos, el resto de las energías parecen vivir un eterno proceso de estudio. La decisión sobre HidroAysén no cambia mucho este panorama y el país sigue estancado en la etapa del diagnóstico —compartido por todos los actores del mercado—, pero no propone soluciones que dn reglas claras y certezas, requisitos imprescindibles para las inversiones y proyectos. Esa es la dimensión técnica, pero la arista preocupante es la política: Michelle Bachelet, en su anterior administración, apoyó el proyecto, pero al parecer los movimientos sociales inclinaron esta vez la balanza.