La falacia de la clase media
“Hoy sólo cabe hablar de ‘los’ sectores medios”.
Por Margarita María Errázuriz
En la actualidad, defender cualquier política aduciendo que afecta negativamente a la clase media o, al revés, que la beneficia, es usar un argumento irrebatible. Podría ser natural que así sea. Su aporte al desarrollo del país le ha ganado una posición que es motivo de orgullo. El punto es que hoy se estima que no es correcto seguir hablando de “la” clase media y que sería más propio referirse a sectores medios constituidos por grupos diferentes. Precisamente por ello es difícil pensar que una política –la tributaria en este caso– y los procesos sociales asociados a ésta, pueden tener en ellos las mismas consecuencias. Desde esta perspectiva, asistimos a un debate sobre el impacto de esta política en la clase media que es sólo demagogia.
La trayectoria de la clase media y sobre todo su tamaño estimado, independiente de su realidad, permiten entender por qué hacen tanto ruido acciones que se dice que vulneran su situación.
La clase media debiera ser intocable por ser el eje de cualquier proceso de desarrollo. Sus orígenes, vinculados a la urbanización, a la expansión del sector público y a la educación formal, le hicieron jugar un rol crucial en la modernización de nuestra sociedad y en el logro de una mayor integración social. Por ello, en nuestro imaginario, su identidad está en estrecha relación con el proyecto de democratización y el florecimiento de nuestro capital cultural.
Su proporción en la población total llama a la codicia. Todos los sectores políticos se pelean por sus votos. Si se considera el número de trabajadores que la compone, se estima que sería poco más del 40% de la población; si se excluye del total de ésta a aquella en situación de pobreza y a la de mayores recursos, alcanzaría a alrededor del 70%. Y, entre el 70 y el 83% de la población se define perteneciente a la clase media porque así quiere ser valorada.
Lo curioso es que usar el argumento de la clase media en el momento actual es una falacia. Las transformaciones del país han modificado su composición en asociación con los cambios que han tenido la economía y la fuerza de trabajo. De estar compuesta por funcionarios públicos pasó a incluir a los empleados en general, con toda su complejidad. Hoy sólo cabe hablar de “los” sectores medios. Hay cientistas sociales que han planteado la desaparición de la clase media.
De hecho, entre los sectores medios no hay una única identidad y los criterios con que contamos para saber en qué se parecen son su calidad de trabajadores no manuales y su nivel de consumo. Por ello, no se puede hablar de “una” clase o sector social.
Sin embargo, nuestros políticos se refieren a la clase media como si fuera un todo y discuten el efecto de las medidas que proponen sobre esta diversidad de personas tratándolas como una unidad. Es tan poco seria esta forma de argumentar que el surgimiento de un movimiento que agrupa a los medianos y pequeños empresarios y sus reivindicaciones desarticula su discurso y es un gran paso para despejar este debate. Los políticos no podrán escabullirse, tendrán que hablar de impactos precisos y sobre situaciones reales; la discusión adquirirá sentido. En buena hora.