Más tareas para el ministro Peñailillo
Con un programa de profundas transformaciones institucionales avalado por la gran popularidad de la nueva Presidenta y una mayoría parlamentaria casi inédita, el oficialismo esperaba una aprobación rápida y sin cambios de los primeros proyectos enviados al Congreso. Sin embargo, una suma de actitudes poco acertadas de algunos ministros encargados de concretar las propuestas, más […]
Con un programa de profundas transformaciones institucionales avalado por la gran popularidad de la nueva Presidenta y una mayoría parlamentaria casi inédita, el oficialismo esperaba una aprobación rápida y sin cambios de los primeros proyectos enviados al Congreso. Sin embargo, una suma de actitudes poco acertadas de algunos ministros encargados de concretar las propuestas, más una inesperada reacción de distintos actores de temor por sus efectos —especialmente a propósito de las reformas educacional y tributaria—, entorpeció primero su despacho y obligó luego al Gobierno a abrirse a modificaciones que no había previsto.
Otro elemento significativo del actual panorama es la brecha que ha creado la discusión de esos proyectos entre la directiva de la DC y las de otras colectividades de la Nueva Mayoría —en especial el PPD, el MAS y el PC—, llevando al presidente socialista, Osvaldo Andrade, consciente de la necesaria unidad del sector para el avance del programa de gobierno, a realizar gestiones de acercamiento que eliminen ese germen de división, conforme a su histórica defensa del antiguo eje PS-DC.
En este contexto que quizás no preveía, el Gobierno parece haber hecho una lectura correcta de tales desafíos, aceptando, por una parte, revisar sugerencias de cambios importantes en puntos clave legislativos de orden tributario, electoral y educacional, y por otra, encargando al jefe político del gabinete una intervención directa en temas específicos. Superados los tropiezos de sus primeros nombramientos, el ministro Peñailillo ha afianzado su imagen, y es de desear que en sus nuevas tareas logre desplegar el manejo político más fino que se ha echado en falta.
Reforma educacional. El ministro de Educación ha puesto sobre la mesa e impulsado uno a uno los temas contenidos en el programa, pero en el proceso ha provocado respuestas críticas de diversos sectores —incluso de ex autoridades de la Concertación y miembros de la Nueva Mayoría— que han complicado el avance de la reforma. Aunque el ministro implementó desde el principio una estrategia basada en el diálogo con todos los actores involucrados, el hecho de que muchos de ellos se hayan sentido después decepcionados o confundidos, la tardanza en abordar el fondo del problema educacional —la calidad de todo el sistema, pero en especial de la educación pública— y el énfasis en medidas que limitarían el desarrollo de la enseñanza particular apuntan a cierto déficit de manejo político. De ahí que sorpresivamente interviniera el ministro Peñailillo, reforzando el equipo asesor de su colega con personas de su confianza con el propósito de mejorar los vínculos en ese campo con los partidos oficialistas y las comunicaciones con la ciudadanía.
La Araucanía. Es cierto que dentro de los deberes del Ministerio del Interior están el orden público y el combate a la delincuencia, pero la situación de inseguridad de La Araucanía —por su origen y por el tipo y gravedad de los delitos— ha derivado en un problema mayor. Si bien el Gobierno ha apoyado el plan de acción del intendente Huenchumilla, diversos hechos, como la visita al condenado Celestino Córdova y la nueva ola de atentados incendiarios y ataques a Carabineros, y sobre todo el cruel asesinato de un modesto parcelero, han subido la temperatura social y requieren definiciones políticas claras que, más allá de las iniciativas del intendente, suponen acciones gubernamentales. La presencia del ministro en la región es, por tanto, coherente con la dimensión política del asunto. Sin embargo, varios de sus antecesores en el cargo hicieron gestos similares sin que ellos se tradujeran en medidas que atacaran el fondo de los problemas de la región, que por eso mismo se han ido agravando con los años.
Cambio del binominal. También aquí hay una participación activa del Gobierno a través de su ministro del Interior, que ha sabido aprovechar el espacio que abrió Renovación Nacional al buscar un acuerdo con el oficialismo en el cambio electoral, para así sumarle respaldo al proyecto de a lo menos parte de la oposición. Al parecer, tales gestiones podrían prosperar, ampliando de esa forma la base ciudadana y la permanencia futura del nuevo sistema. Eso sí, la revisión del distritaje para la elección de diputados, que había sido descartada expresamente por el propio ministro y puede ser necesaria para tales acuerdos, arriesga multiplicar las peticiones interesadas de los incumbentes y dificultar una vez más el despacho del proyecto. En todo caso, el conjunto de los posibles cambios que están siendo analizados hoy en las grandes reformas está profundizando un debate que era indispensable.
Los primeros cien días. Dejando de lado los contrapuestos cálculos partidistas acerca del grado de cumplimiento de los compromisos para el período ya transcurrido de esta administración, es evidente que la Presidenta Bachelet ha tenido bastante éxito en avanzar en las distintas áreas de su programa, y que el reproche podría estar más bien en el exceso de proyectos de gran trascendencia presentados en forma simultánea. Por lo mismo, el verdadero desafío está hoy en el peligro de que ellos sean aprobados con demasiada liviandad. Así, en la propuesta que más ha avanzado, la tributaria, se echa de menos el indispensable contrapeso de un conjunto de medidas destinadas a ayudar al crecimiento económico del país, en un escenario de desaceleración que podría alterar los tiempos y los acentos de la agenda gubernamental. Aquí también la nueva actitud que parece más dialogante del ministro de Hacienda podría indicar el reconocimiento de un clima político que requiere un cambio de enfoque en la estrategia más bien rígida adoptada hasta ahora.