Presidenta Bachelet en Estados Unidos
Tras retardar por unas horas la partida para recibir al equipo chileno de fútbol a su regreso de Brasil, la Mandataria dio inicio a su visita de Estado a Washington, donde estará acompañada por el canciller y los ministros de Hacienda, Economía y Energía (quienes desarrollarán su propia agenda), senadores, diputados y un grupo de […]
Tras retardar por unas horas la partida para recibir al equipo chileno de fútbol a su regreso de Brasil, la Mandataria dio inicio a su visita de Estado a Washington, donde estará acompañada por el canciller y los ministros de Hacienda, Economía y Energía (quienes desarrollarán su propia agenda), senadores, diputados y un grupo de importantes empresarios. Además de la entrevista oficial con el Presidente Obama y el interés por explicar el contenido y alcance de las reformas estructurales chilenas, en especial los cambios tributarios que han sido objeto de comentarios y críticas en la prensa norteamericana e inquietan a los inversionistas de ese país, este viaje es una ocasión para estrechar los lazos de carácter bilateral entre ambas naciones, y hasta podría serlo para precisar directamente a su colega estadounidense la actual situación generada por la demanda marítima de Bolivia.
El marco general de las actuales relaciones de Estados Unidos con América Latina es en cierta medida ambivalente, pues pese a numerosas declaraciones y promesas oficiales, no se aprecian aún avances sustanciales en problemas como la inmigración ilegal que junto a la actitud antagónica de los integrantes del ALBA son las preocupaciones más inmediatas de la Casa Blanca. En ese cuadro, Chile tiene a lo menos vigente un Tratado de Libre Comercio que ahora celebra su décimo aniversario y acaba de ser el primer caso latinoamericano (aunque son más de 30 a nivel internacional) en que no se requerirá la visa obligatoria para la gran mayoría de los viajeros nacionales, y existen convenios con diversos estados y universidades del país del norte que comienzan a rendir frutos.
La verdad es que si en materia de reforma tributaria es importante dar a conocer a nuestro socio norteamericano los objetivos y mecanismos del proyecto presentado al Congreso chileno, sería también conveniente mostrarse dispuesto a corregir aquellas normas que han sido objetadas por la mayoría de los expertos, lo cual sería la mejor señal de garantía para la opinión externa. En los convenios existentes, como el que hay con California, es deseable ampliarlos y reforzarlos, porque las posibilidades son múltiples y beneficiosas. Y por cierto siguen surgiendo nuevos aspectos que requieren colaboración mutua, como la reciente información entregada por Estados Unidos para ser aprovechada por la PDI sobre la aparición de pistas aéreas clandestinas en el norte chileno.
Un asunto que tal vez se clarifique ahora, si los mandatarios así lo estiman, es el pacto Trans-Pacific Partnership (TPP), en que Washington busca apresurar la aprobación por Chile (que es uno de los doce participantes) de algunas cláusulas, como la aplicación de la propiedad intelectual y otras cuya conveniencia ha merecido dudas, porque se teme que no aportarían ventajas respecto de las que ya ofrece el Tratado de Libre Comercio. Igualmente, el desafío energético, en que hay allá valiosos recursos técnicos y nuevas fuentes de abastecimiento, debería ser parte significativa de las conversaciones. El canciller Muñoz dijo, al sintetizar la oportunidad de esta visita, que, sin perjuicio de la “relación madura, de alta calidad” existente con Estados Unidos, queremos “una nueva asociación” en temas como educación, ciencia y tecnología, innovación y energía.
Cabe destacar que si éstas y otras potencialidades que pueden derivarse de una relación más estrecha con EE.UU. tienen alguna posibilidad realista de concretarse, es precisamente porque sucesivos gobiernos de ese país a lo largo de más de dos décadas han visto a Chile como un caso excepcional de economía exitosa y democracia responsable en la región —mirada que comparten muchos de nuestros vecinos, por cierto—, a partir de las ideas y las políticas que ha puesto en práctica en ese período. Ese es un capital de solidez y confianza que los cambios que decida emprender la sociedad chilena en su camino hacia el progreso no deben poner en riesgo, sino fortalecer.