¿Qué sabemos del abstencionismo?
“Hay una gran disociación entre el domicilio real de los votantes y su domicilio electoral”.
Por Alfredo Joignant
Escuela de Ciencia Política
Universidad Diego Portales
www.alfredojoignant.cl
Desde las últimas elecciones generales, mucho se ha escrito sobre el declive de la participación electoral en Chile. El abstencionismo adquirió ribetes impresionantes, una vez que se transitó por vía automática a un padrón de más de 13 millones de electores, en una extraña combinación con voto voluntario (una rareza, pues son pocos los países que al mismo tiempo abandonan el voto obligatorio y amplían dramáticamente su electorado). Algunos analistas han extremado la elocuencia para describir el abstencionismo chileno (desde la “preocupación” a la “alarma”), el cual resulta aún más llamativo al considerar que la oferta de nueve candidaturas presidenciales era para todos los gustos.
La academia ha ensayado diversas explicaciones, todas verosímiles: desde una desafección con las elecciones explicable por la edad, hasta un impacto relevante de la educación, el capital cultural y la clase social. La “Auditoria a la democracia” del PNUD resume bien las ideas que predominan en la academia positivista. ¿Pero estamos seguros de comprender bien el fenómeno?
No. En primer lugar, porque si bien existen bases sociales para explicar el abstencionismo apelando a variables de edad, de capital cultural y tal vez de residencia, no se contabilizan ni calibran plenamente las características imperfectas del padrón (hasta 500 mil individuos inscritos y que tienen entre 80 y 130 años), el enorme contingente de chilenos que residen en el extranjero y que no pueden sufragar, los miles privados de libertad sin haber sido condenados a pena aflictiva, los enfermos, los trabajadores en faena, etc.
Segundo y más importante aún: la academia positivista no ha tomado seriamente en cuenta la hipótesis de un abstencionismo contingente generado por razones institucionales: ¿cuánto del abstencionismo observado se explica por una disociación entre el domicilio real de los votantes y su domicilio electoral; es decir, entre el lugar en donde el votante durmió la noche anterior y su local de votación, lo que redunda en electores que no quieren pagar locomoción para ir a sufragar en otras comunas?
No tengo dudas de que esa disociación es de proporciones, y espero que el Servel logre contrastar la información domiciliaria asociada al RUT de los electores más pobres (y que se abstienen mucho más), de la cual dispone el IPS, con los datos domiciliarios que el principal órgano electoral del Estado posee. Una vez conocidos estos resultados y dimensionadas sus incongruencias, será posible “intervenir” el abstencionismo con estrategias referidas a la localización de los recintos de votación, optimizando la relación entre domicilio y local de votación.
En las municipales de 2016 podremos ver, tal vez, si el abstencionismo era fuertemente explicable por razones institucionales (o contingentes) que, en ningún caso, invalidan lo que la ciencia política clásica (ésa que se asocia a la estrategia del “People’s Choice” y a Paul Lazarsfeld) imputaba a causalidades sociales.