¡S.O.S. de la inversión!… ¿Salvavidas a la vista?… Sí
Por Alfonso Swett
“Al final, el corazón de la reforma tributaria es un monto dado de recaudación”.
Por Alfonso Swett
Presidente consejo asesor nacional Clapes UC
Que la reforma tributaria iba a afectar la inversión ya no es una amenaza… hoy es una realidad. El crecimiento de la formación bruta de capital el primer trimestre del 2013 mostraba 8,2% positivo (variación porcentaje anual), este primer trimestre del 2014 muestra una fuerte caída a 5% negativo. Las importaciones de bienes de capital del segundo trimestre (1 de abril al 23 de mayo) revelan un escenario aún más preocupante: ¡decrecieron 30,7 % anual! Algunos dicen que estas caídas obedecen a una desaceleración de la economía mundial, especialmente de China. A ellos yo les pregunto: ¿por qué, si la desaceleración es mundial, Perú, Colombia, Brasil e incluso Argentina muestran crecimientos en la formación bruta de capital fijo? ¿Por qué si en el periodo 2011-2012 el aumento acumulado de la tasa de inversión real en capital fijo (como porcentaje del PIB) era muy similar para Chile y Perú (o sea, estábamos empatados), este año 2014 Perú nos va a más que duplicar (o sea, nos va a ganar por goleada)?
La respuesta es muy simple: en economía la conocemos como expectativas. Expectativas más negativas para Chile que el resto. Expectativas que incorporan en los procesos de decisiones (presentes) incertidumbres y preocupaciones futuras. Preocupaciones como la forma (instrumentos) de llevar adelante la reforma tributaria. Digamos SÍ a la reforma tributaria; pero NO a sus instrumentos que han llevado a la inversión a gritar desesperadamente ¡S.O.S.!
Los incentivos se están poniendo mal y las preocupaciones aumentan. Nuestro sistema tributario actual busca incentivar la inversión y castigar el consumo de los dueños de las empresas. Lo anterior se da porque con el sistema actual la inversión paga un impuesto del 20% y el consumo del dueño de la empresa 40%; sin embargo, con la renta atribuida (propuesta de la reforma), el consumo y la inversión pagan lo mismo: 35%. Por lo tanto, estamos incentivando que los dueños de las empresas consuman más; pero es la inversión la que genera más empleo e incrementos de remuneraciones asociados a mayor productividad laboral (elemento clave para reducir la desigualdad, sin perder competividad). Es así como, ¡claramente¡, la renta atribuida puede afectar a las personas que trabajan en las empresas, o sea los trabajadores, y a la clase media. Este problema también se está transformando en una realidad: el último dato sobre empleo (trimestre móvil febrero-abril 2014) mostró una destrucción de 18.240 empleos asalariados. Pero seamos justos, esto no les está pasando sólo a nuestros empresarios chilenos, la inversión extranjera directa en Chile (acumulada últimos 12 meses) cayó desde los 31.840 millones de dólares, en marzo del 2013, a 17.422 millones, a marzo del 2014. O sea, ¡la inversión extranjera cayó 45%!
Sin embargo, la pregunta que debemos responder es: si necesitamos recaudar 8.200 millones de dólares, ¿cómo lo hacemos con el menor impacto posible en la inversión, las pymes y la clase media?
Es acá donde hace poco apareció un salvavidas a la vista: incrementando la distribución mínima de dividendos del 30% al 40% a las empresas, incrementando el impuesto de primera categoría del 20% al 25% y manteniendo para las pymes los regímenes 14 bis, 14 quater y 14 ter, y la renta presunta. Esta propuesta y excelente idea es del ex ministro de Hacienda Felipe Larraín y sus colaboradores de Clapes UC (Rodrigo Cerda y Juan Bravo).
La genialidad de esta propuesta viene dada por tres elementos. En primer lugar incentiva la inversión por sobre el consumo de sus dueños, y deja recursos disponibles al interior de la empresa para financiarse; no nos olvidemos de que hoy más del 75% de la inversión de las empresas es financiada con sus propios recursos. En segundo lugar, nivela la cancha para las pymes, al mantenerles sus incentivos y NO obligarlas a ellas a repartir el 40% de dividendos (si están acogidas a los regímenes 14 bis, ter o quater). En tercer lugar, recauda lo que se necesita para un reforma educacional de calidad: 8.134 millones de dólares al 2018. De éstos, 1.838 millones por el aumento del dividendo mínimo al 40%; 1.453 millones por mayor crecimiento económico (al proteger la inversión). ¿Salvavidas a la vista?… ¡Sí!
Al final, el corazón de la reforma tributaria es un monto dado de recaudación. Por eso, es responsabilidad de las actuales autoridades económicas hacerlo en la forma que cause el menor daño posible a la economía chilena.