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Inicio» Columnistas » ¿Será la desigualdad el mandato principal entregado por la calle?

¿Será la desigualdad el mandato principal entregado por la calle?

Por Alfonso Swett
“Lo que genera bienestar y baja desigualdad son los empleos de calidad”.

Publicado el 30/06/2014

Por Alfonso Swett
Presidente consejo asesor nacional Clapes UC

El nivel de desigualdad en nuestro país está gatillando una serie de reformas, como la tributaria, la educacional y otras que se podrían venir. Efectivamente, Chile hoy tiene un coeficiente GINI de 0,52. ¿Qué significa este número?. En la fórmula matemática del estadístico italiano Corrado Gini (fascista en su juventud), cero significa que todos ganan lo mismo y 1, que una persona se lleva la totalidad de los ingresos. Cuando comparamos nuestro GINI con los países de la OCDE, estamos no sólo muy bajo el promedio, sino que estamos entre los países con peores niveles de desigualdad. Esto es lo que se le ha transmitido a la calle, y por tanto la sensación térmica de la calle es correcta al compararnos con la OCDE.

Sin embargo, ¿por qué no le hemos transmitido a la calle que en países como Brasil y Colombia sus niveles de desigualdad (GINIs) son peores que el nuestro? La respuesta es obvia y simple: consuelo de muchos mal de tontos. Pero qué tal si le digo que en Etiopía el coeficiente GINI es de 0,33 y el de Kenya es de 0,29 (este índice es mejor que el de la OCDE e igual al de Suecia). Espero que usted no esté pensando que dejemos de mirar a la OCDE y empecemos a tomar como ejemplo a Kenya. Estos coeficientes GINI (o sociedades tan igualitarias) como Etiopía y Kenya nos dicen que la poca riqueza (o mucha pobreza) está repartida en forma parejita. Lo que a mí me dicen los coeficientes GINI de Etiopía y Kenya es que dicho índice no es el mandato supremo que debe seguir un gobierno. El mandato supremo que debe seguir un gobierno es el BIENESTAR con el menor nivel de DESIGUALDAD posible de sus ciudadanos. No se puede hablar de desigualdad sin mirar qué pasará con el bienestar.

Chile ha tenido en los últimos años un foco clarísimo y ha sido exitoso en generar bienestar. Esto le ha permitido reducir la pobreza desde 45% a 14,4%. Desde 1985 a la fecha, la esperanza de vida se ha incrementado desde 71,5 años a 79,1. La mortalidad infantil cayó de 30 por cada mil nacidos vivos a 9. El crecimiento de los últimos 4 años incrementó en forma importante el consumo de litros de leche por habitante, el consumo de carne por habitante, los celulares, los vehículos, el tráfico aéreo nacional, etc. El bienestar de una sociedad no se puede sacrificar por ningún mandato supremo. Pero tampoco podemos hablar de bienestar sin mirar lo que pasa con la desigualdad. No puede ser que en Chile la tasa de desocupación de los pobres indigentes sea de 41,5%, o que la de los pobres no indigentes sea de 23% (versus 6% de los no pobres). O que la tasa de participación laboral femenina de los pobres indigentes sea de 25,4%, cuando en el 54,7% de esos hogares la jefatura la ejerce una mujer.
¿Qué hacemos? En las sociedades prósperas lo que logra generar bienestar y bajos niveles de desigualdad es la capacidad de generar empleos de calidad. Me refiero a empleos de altas remuneraciones. Para lograr lo anterior se requiere fomentar el ahorro, la inversión, la innovación y facilitar la labor de las empresas (las privadas generan en torno al 95% del empleo). Entonces, ¿por qué la reforma tributaria hoy en la etapa que está aún no tiene claro los mecanismos que (¡de verdad!) promueven la inversión y el ahorro, y cuáles reemplazarán al FUT (QEPD)? ¿Por qué no hay incentivos reales a la innovación? En segundo lugar, para lograr lo anterior, se requiere multiplicar el capital humano, vía una educación de calidad y un sistema efectivo y eficaz de capacitación. Entonces, ¿por qué nos queremos gastar US$.4.500 millones en la gratuidad de la educación superior (estudio de Sergio Urzúa)? ¿Y una cifra similar para comprar colegios? ¿Por qué el tema de la calidad está al final de la lista del ministro Eyzaguirre? ¿Por qué la educación técnico-profesional no tiene la misma importancia que la gratuidad de la educación superior? ¿Por qué seguimos postergando una reforma a nuestro fracasado sistema de capacitación? ¿No será que la desigualdad se transformó para Chile en lo que es la luz para una polilla? Ya es hora de que hablemos de desigualdad y bienestar siempre en forma y fondo unidos.

Alfonso Swett, Chile, CLAPES UC, Coeficiente GILI, columna La Segunda, desigualdad

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