Tiempo de despertares
“Salió de su letargo político esa parte de la sociedad que se identifica orgullosa como emprendedora”.
Por Oscar Guillermo Garretón
Al acercarnos a los 100 días de Gobierno, nadie puede seguir diciendo que los chilenos son indiferentes a la política. Los grandes temas que dan sello a esta administración — reformas tributaria, educacional y constitucional— han copado lax agenda.
Es curioso. Pocos mandatarios pueden ufanarse como la Presidenta de que sus objetivos programáticos concitan tanto consenso nacional. Pero al mismo tiempo, pocos han provocado tanto debate. La sociedad ha despertado.
Casi nadie objeta la necesidad de una reforma tributaria para financiar el anhelado cambio en la educación, que tampoco se cuestiona. Y la Constitución Política, por más de 20 años casi intocable, ya no tiene defensores sólidos y sabemos que el sistema binominal cambiará.
Sin embargo…
La reforma tributaria partió como inmodificable, pero a poco andar voces respetables de dentro y fuera de la Nueva Mayoría alertaron sobre efectos indeseados en el ahorro e inversión, y plantearon serias dudas de que “sólo pagarán los ricos”. El ministro recapacitó y el Senado decidió respetarse más que la Cámara, dando comienzo a un estudio a fondo de la reforma, con muchos a ser escuchados.
Pero aun más importante es que salió de su letargo político esa parte de la sociedad que se identifica orgullosa a sí misma como emprendedora y se siente afectada por la reforma. No son sólo ni principalmente los tradicionales gremios empresariales, sino nuevos y muy potentes movimientos de gremios, emprendedores y pymes. Si atendemos a su representación, son cientos de miles organizados en todo el país. Son motores de la economía y apostadores al futuro. Se ríen u ofenden con el discurso ridículo de quienes defienden a las pymes con la muletilla de que “representan un 80% del empleo”, sin entender que ser empresario pequeño es el inicio de un camino que siempre aspira a mayores y no sinónimo de naufragios o estamentos congelados, como mal se aprende en los pasillos del Congreso donde los genuinos empresarios poco llegan. Han despertado, reivindican además la dignidad de lo que son y utilizan su capacidad organizativa para construir un movimiento social empresarial como no ha existido en Chile.
Por su parte, la reforma educacional se ha transformado en un aquelarre contradictorio y multitudinario. Reaccionan las iglesias Católica y evangélicas, el movimiento estudiantil, sostenedores de los miles de colegios subvencionados, el Colegio de Profesores, padres y apoderados inquietos, opositores a eliminar la selección, sectores de la DC, etc. Se está poblando de movimientos sociales activos donde antes el movimiento estudiantil tenía monopolio.
Antes de estos 100 días había muchas demandas, pero pocos movimientos sociales. Estaban los estudiantes, el movimiento mapuche, el Movilh y movimientos ecológicos diversos que sólo convergieron ante el cancelado Hidroaysén. O sea pocos y con vasos comunicantes con la política de izquierda, aunque ninguno dispuesto a gobernar con la Nueva Mayoría, sino constituidos para reivindicar ante las autoridades.
Los que ahora entran a la cancha lo hacen en reacción a decisiones de la política. No podía ser de otra manera. Pero ojo, no son de derecha. Son movimiento social y mucho de su evolución futura dependerá de cómo el Gobierno los trate. Son los nuevos actores de un debate nacional que bulle.