Cariño malo
Por Camilo Feres
“El titular de Educación enfrenta la hora decisiva de su mandato herido en el ala por sus propios compañeros de armas”.
Por Camilo Feres
Aunque el debate sobre los aspectos culinarios y parentales de la reforma tributaria continúa marcando la pauta política de estos días, el vacío que deja su avance vuelve a posar los focos sobre la otra gran transformación en la cola de largada: la reforma educacional.
Si bien el tema —que en la jerga anatomista en boga habría de denominarse “el corazón” de la promesa política de la Nueva Mayoría— nunca ha dejado la escena del todo, sí había cedido algo de protagonismo en las semanas en las que el debate tributario alcanzó su clímax. Pero aunque el rostro de Eyzaguirre vuelve a ser portada de los cuerpos de reportajes y el copago, el lucro y la selección se ubican ahora ahí donde campearon el FUT y la renta atribuida, lo cierto es que el pequeño receso no le vino del todo bien al polifacético ministro.
En el intertanto, Eyzaguirre pasó de “interventor” a “intervenido” y los espacios para construir acuerdos en una reforma de naturaleza y quórums más complejos que su predecesora se han ajustado a la baja. Parece un mal chiste, pero lo cierto es que el titular de Educación enfrenta la hora decisiva de su mandato herido en el ala por sus propios compañeros de armas.
Por una parte, con una particular versión de lealtad y cariño, el senador Fulvio Rossi, socialista y presidente de la Comisión de Educación del Senado, instaló en la prensa la idea de la salida de Eyzaguirre como una posibilidad —con la cual por cierto él no está de acuerdo— que ya ronda en la cabeza de algunos.
Por otro lado, desde el Ministerio del Interior no han dejado escapar oportunidad para dar detalles y deslizar paternidad sobre el cariñoso reforzamiento político de los equipos de Eyzaguirre, lo que ha sido interpretado por alguna prensa tendenciosa y malintencionada como una intervención, más o menos directa, de La Moneda en Educación.
En este contexto, temas como la incorrección, locuacidad, ambigüedad y soberbia del titular de Educación han encontrado diligentes voceros que, en on y en off, han centrado las miradas sobre las debilidades del ministro. Mientras tanto, los damnificados del acuerdo tributario, en uno y otro extremo del arco político, han definido la cancha educativa como el marco en el cual se librará la madre de todas las batallas y en el que, de paso, se lavará el honor mancillado por un consenso del cual no formaron parte.
Así las cosas, bien vale preguntarse si la errática administración de los distintos escenarios político-sociales que enfrentó la reforma tributaria es sólo atribuible a la impericia de su ministro gestor y/o a la vanidad de algunos de sus actores secundarios, o si más bien responde a un diseño político que carece del aplomo necesario para rendir en las tareas visibles e invisibles de su labor.
Esto, ya que en lo educacional la pulsión de algunos por erigirse en principales estabilizadores, interventores, padres o gestores de la causa —aun a costa de poner en riesgo aquello que se dice proteger— se mantiene siguiendo el mismo patrón que se vio en lo tributario y que tiene hoy al oficialismo pidiendo disculpas por estar a un paso de aprobar su primera gran reforma.