Es tiempo de reaccionar
“Los países sumidos en incertidumbres no funcionan bien. Las mayorías tampoco son inmutables”.
Por Oscar Guillermo Garretón
Anhelo comentar los avances del proceso reformador que abrió la elección presidencial. Pero ha habido más revuelos que hechos hasta ahora. Sin embargo —quizás por mi optimismo incurable—, creo percibir signos de conciencia en la necesidad de reaccionar.
Por meses se ha visto más consenso en lo que no se quiere que en lo que se quiere. Reformas que van y vienen, acuerdos festejados por unos y demonizados por otros (que no se sabe si lo son y en qué medida), “autocríticas” ministeriales forzadas con olor a proceso vaticano de Galileo, disparos cruzados entre dirigentes y partidos, anuncios presurosos y retrocesos posteriores, exabruptos, proyectos con consecuencias que primero se niegan y luego se acogen, suposiciones discutibles sobre el impacto económico de las reformas.
Hay algo muy desprolijo en esto. Entre los que decidieron movilizarse y los que decidieron no moverse hasta que las cosas se aclaren, el país se fue poblando de incertidumbres.
El tema ha sido particularmente crítico en los sectores que viven este proceso, el educacional y el económico. En todos sus ámbitos, encuentros y conversaciones, se vive la incertidumbre. ¿Cómo ocuparse de educar si no se sabe qué ocurrirá con mi escuela o con la de mis hijos? ¿Cómo decidir una inversión productiva sin saber cuál será el impacto tributario en la rentabilidad del proyecto?
He hablado con muchos sostenedores de escuelas con planes paralizados al igual que sus inversiones en infraestructuras, cuyo destino desconocen. Y en cuanto a los empresarios, el acuerdo en el Senado había ayudado a despejar dudas, pero ahora, ese acuerdo parece estar en revisión. El movimiento de emprendedores y pymes ha vuelto a declararse en “estado de alerta” en todo el país.
Cuando algunos exigen asegurar la disponibilidad de US$ 8.200 millones para las reformas sólo reflejan que poco entienden. Es imposible asegurarlo, pero la recaudación será mayor si hay acuerdos que despejen incertidumbres y se estimulan el ahorro y la inversión. Porque dependerá del crecimiento, o sea, del consumo interno y las expectativas de empleo, de decisiones de inversión revisadas a la luz de las nuevas realidades, de la ejecución presupuestaria, del impacto de la desaceleración internacional y el precio de las materias primas, de un Codelco descapitalizado y con graves problemas de gestión productiva, de un déficit fiscal que puede ocupar más recursos si la economía se desacelera, del costo de la energía que podría subir aún más, de recaudaciones cuya nueva gestión no se ha probado, etc.
Quizás sea una ilusión, pero percibo creciente conciencia de estas incertidumbres y de la necesidad de reaccionar. La apertura al diálogo y el acuerdo; la voluntad de recuperar el consenso que en la partida las reformas tuvieron y luego perdieron. Espero que así sea. Los países sumidos en incertidumbres no funcionan bien. Las mayorías tampoco son inmutables. La calidad y claridad de la gestión pública son decisivas. Es hora de cerrar temas y de centrarse en tener políticas públicas serias, con visión y respaldos de largo plazo.