La Moneda ante el imperativo del realismo
Por Sergio Muñoz Riveros
“Se requieren ministros competentes, pero sobre todo una agenda realista”.
¿Quiénes han ayudado verdaderamente a la gestión de la Presidenta Bachelet en estos meses? Aquellos que no confundieron el haber votado por ella con una actitud de incondicionalidad hacia su gobierno. Actuaron con independencia de criterio y sentido nacional para alertar sobre los defectos de los proyectos oficiales, lo que implicó no dejarse amedrentar por el ruido de las retroexcavadoras. Gracias a ello, se evitaron problemas mayores.
Así ocurrió con la reforma tributaria. La responsabilidad política de los senadores Zaldívar, Lagos Weber y Montes, que acogieron las críticas, permitió negociar un acuerdo con la oposición que despejó algunos nubarrones, asunto crucial en un año en que las cifras de la economía no son alentadoras. Precisamente por eso, quizás sea preferible no seguir diciendo que se obtendrán 8.200 millones de dólares, porque finalmente la recaudación podría ser menor y no tendría por qué considerarse un fracaso. Seguramente, nadie está más consciente de este panorama que el ministro de Hacienda. Lo aconsejable, entonces, es que él le hable al país sin ocultar las dificultades. Esto supone explicar que los nuevos recursos deberán focalizarse en las necesidades más urgentes, y probablemente ninguna es mayor que el mejoramiento de la salud pública.
De la marcha de la economía depende todo lo demás. Por ello, el Gobierno necesita favorecer un clima de confianza para potenciar la inversión y el crecimiento. Es obvio que los planes para elevar el gasto en educación, salud, previsión, etc. están condicionados por el dinamismo de la economía.
La mayor incertidumbre es provocada por la reforma educacional. Por desgracia, el ministro de Educación y sus asesores no parecen darse cuenta de que el origen de los problemas está en el choque entre los enunciados refundacionales y la realidad de los colegios. Y sucede que los remedios equivocados pueden agravar los males. Por ejemplo, el fin del copago en los colegios subvencionados significa que el Estado reemplazará el aporte de los padres y que esos colegios pasarán a ser gratuitos; pues bien, esto podría provocar un gran éxodo de alumnos desde los colegios municipales hacia los subvencionados, preferidos por la mayoría de los padres por variadas razones. ¿Cómo evitar ese éxodo? ¡Pues, mejorando sustancialmente la educación pública! Allí debería estar el foco de la reforma.
¿Será capaz Eyzaguirre de revisar el diseño de los cambios educacionales? Hay muchas dudas. No le ayuda por cierto que su colega José Antonio Gómez, ministro de Justicia, haya opinado sueltamente de la reforma educacional y otras materias que exceden su área (LT, 27/07), lo cual da, además, una pésima imagen de la cohesión del gabinete.
¿Es hora de cambiar ministros? Depende de cómo perciba la Presidenta el estado de situación. En todo caso, si el gabinete pierde autoridad, ella también será afectada. Se requieren ministros competentes, pero sobre todo una agenda realista, con metas acotadas para los 4 años, cuyos propósitos sean claros para el país.