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La “vieja” historia de las bombas

Por Gonzalo Yuseff
“Lo que enfrentamos hoy es sólo una nueva etapa de propaganda, de los mismos grupos de siempre”.

Publicado el 24/07/2014

Por Gonzalo Yuseff
Ex director de la ANI

Gran expectación pública y atención de nuestras autoridades han tenido las últimas bombas colocadas en nuestro país. Pero no hay que equivocarse. Esta historia es vieja, tiene casi veinte años. Lo que enfrentamos hoy es sólo una nueva etapa de propaganda, de los mismos grupos de siempre.

En efecto, Marcelo Villarroel, junto a un par de acusados absueltos por el caso Bombas, estando presos por crímenes subversivos, fueron expulsados del MAPU Lautaro a comienzo de los noventa. Entonces, son visitados por miembros de una organización anarquista internacional que les brinda apoyo. Así, en 1996 forman el colectivo anarquista y anticarcelario denominado Kamina Libre, que sería la inspiración de los futuros grupos. Se hicieron ahora enemigos del Estado, además de su desprecio preexistente por el capitalismo. Cuando Marcelo Villarroel y Freddy Fuentevilla son capturados en Argentina (en 2008), por el caso Security, se convirtieron en símbolos del anarquismo insurreccional a nivel mundial.

Se trata de una clase de anarquismo, que se distingue por poner el énfasis en la necesidad del ataque directo a las infraestructuras del Estado y del capital, como forma de rebelión y liberación de los individuos. Tienen un culto por la clandestinidad y por hacer propaganda mediante acciones violentas. La colocación de bombas es la acción de propaganda más peligrosa que realizan. Desde comienzos de este siglo sus acciones se han multiplicado y se pueden estimar en varios centenares los nuevos militantes de la causa. Dan cuenta de ello múltiples detenciones y condenas por desórdenes públicos, maltrato a policías, colocación de bombas, cartas explosivas a nuestras sedes diplomáticas y atracos de bancos con motivaciones ideológicas.

Para la propagación de esta doctrina es clave el rol que juegan los medios de comunicación ácratas o de contrainformación. Con un tono desafiante y triunfalista, coordinan las jornadas de agitación solidaria internacional a favor de sus presos, que consisten en períodos determinados de colocación de bombas. Hoy, parte de los insurrectos chilenos están asociados a una marca mayor, la Federación Anarquista Internacional, y ocupan un lugar protagónico en el devenir de la lucha anarquista mundial. La FAI es una agrupación de anarquistas extremos que no restringe el tipo de acción directa contra el “Estado-Capital” y que le da sustento ideológico a los nuevos grupos, más débiles doctrinariamente.

Hasta antes de esta andanada explosiva estos grupos eran mirados con simpatía o, al menos, con indiferencia. No se puede explicar de otra manera la falta de rigor en el enjuiciamiento de los varios detenidos por colocación de bombas durante el gobierno anterior. A tal punto llegó esta indiferencia que, de un día para otro, tal colocación dejó de ser un acto de terrorismo para nuestra judicatura, amparándose en ciertas dificultades probatorias propias de todo delito complejo. Ahora, alguien nos tiene que explicar cuál es la diferencia entre colocar una bomba en un cajero o en el metro y qué hace terrorista a una y no a la otra, porque en la ley actual no hay un criterio de distinción.

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  • Manuel Muñoz Mondaca

    “Ahora, alguien nos tiene que explicar cuál es la diferencia entre
    colocar una bomba en un cajero o en el metro y qué hace terrorista a una
    y no a la otra, porque en la ley actual no hay un criterio de
    distinción”
    Sr. Yussef, usted sabe muy bien que son los políticos que defienden y favorecen a los delincuentes terroristas, los que deben responder por las seis leyes que modificaron la ley que castiga conductas terroristas y ahora quieren eliminarla.

Jorge Edwards

  • El derecho a la historia

    “Chile ostenta una historia densa, compleja, que valdría la pena examinar con seriedad y cuyo examen sería útil”.

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