Lo viejo y lo nuevo
“¿Cómo fue posible que viejos concertacionistas parezcan hoy como ‘lolos’ de la coalición?”
Por Alfredo Joignant
Tras el éxito de la vaga tesis del “nuevo ciclo”, últimamente se ha impuesto una nueva interpretación de la actual coyuntura política: ante la ausencia de una oposición de derecha, lo esencial de la controversia radicaría en la coalición gobernante. Esta segunda tesis, además de ser más interesante que la primera, tiene mucho de cierto, aunque nadie se ha dado la tarea de describir la trama involucrada.
Más allá de decir que la actual coyuntura está siendo devorada por una soterrada disputa entre viejas y nuevas élites políticas de centroizquierda, o si se quiere entre la Concertación y la Nueva Mayoría, pocos recuerdan que el actual momento opositor no era muy diferente a lo que fue la perplejidad concertacionista ante la instalación del gobierno de Piñera. Hay algo distinto en la actual coalición gobernante que no se apreció en la disputa gremialismo-resto del mundo derechista en 2010.
Mucho antes de que Michelle Bachelet fuese candidata, se sostenía —entre sueños y pesadillas— que con un segundo mandato sería ungida una nueva generación política. Al parecer así fue, a condición de quedarse con el RUT, nombre, condición social y tipo de trayectoria de no pocos ministros y subsecretarios. ¿Es suficiente para entender la controversia? No.
A menudo se olvida que muchas de las actuales élites gobernantes provienen de la Concertación, entendida como coalición que no nació para gobernar en forma duradera y que creó las condiciones políticas para hacerlo a través de prácticas transaccionales adaptadas a un orden conservador que no es el de hoy, y que tuvo que enfrentar amenazas y una hegemonía neoliberal de la que nunca supo o pudo zafarse. Es más: no son pocas las políticas neoliberales que se hicieron cultura y sentido común, y que recién hoy son seriamente desafiadas.
Pues bien, para entender la disputa entre la Concertación y la Nueva Mayoría, es también necesario comprender cómo fue posible que viejos concertacionistas parezcan hoy como lolos de la coalición. Algunos de estos nuevos lolos (los más políticos) dieron cuenta de su tránsito individual desde la Concertación hasta la Nueva Mayoría al cabo de ejercicios intelectuales y de inmersiones en las luchas políticas que se dieron a partir de 2011. Otros son lolos oportunistas que transitaron desde el neoliberalismo con rostro humano a la promesa de un nuevo modelo con entusiasmo juvenil, sin haber nunca experimentado la necesidad de justificar tamaña transición.
Mucha de la actual tecnocracia económica integra este grupo que supo ver una oportunidad de protagonismo y poder en la coyuntura, sin escribir ningún paper para explicar la distancia entre las convicciones de hoy y ayer. Mañana esta tecnocracia blanda tampoco justificará su adhesión a programas más liberales.
De allí la naturaleza genuina del buen conservadurismo concertacionista de I. Walker, C. Escalona, J.J. Brunner o G. Martínez, quienes no se han movido un ápice desde sus convicciones generadas en el antiguo orden. Del mismo modo en que es genuina la raigambre radicalmente reformista del ministro Peñailillo y su entorno.