Rusia se acerca a América Latina
No cabe duda en cuanto al deseo del Presidente ruso, Vladimir Putin, de recuperar el peso político que tuvo la fenecida Unión Soviética en el concierto mundial, incluso procurando ampliar las fronteras rusas para reincorporar algunas de las repúblicas que lograron su independencia tras la caída del régimen comunista, o parte de ellas, como de […]
No cabe duda en cuanto al deseo del Presidente ruso, Vladimir Putin, de recuperar el peso político que tuvo la fenecida Unión Soviética en el concierto mundial, incluso procurando ampliar las fronteras rusas para reincorporar algunas de las repúblicas que lograron su independencia tras la caída del régimen comunista, o parte de ellas, como de hecho lo está logrando en la zona del Cáucaso y en Crimea, y —con una actitud y estrategia más ambiguas— podría obtenerlo con las rebeliones en el este de su vecina Ucrania. Cuenta para ello no sólo con los recursos de un país inmenso y el apoyo interno de un nuevo y fuerte nacionalismo, sino que también con su lugar privilegiado en el Consejo de Seguridad de la ONU y sólidas alianzas externas avaladas por el uso allí del veto cuando se trata de naciones amigas, como bien lo sabe la Siria de Bashar al-Assad, aliada de Moscú.
En el último tiempo se nota también el interés del Kremlin en la región latinoamericana, y en una nueva visita Putin se ha concentrado esta vez en los países del Atlántico. El viernes último, en Cuba, buscó rearmar el largo protectorado político sobre la isla que casi desapareció en los años 90, y con él el auge del comercio bilateral, condonando en señal de amistad el 90% de la deuda cubana a Rusia por un monto de US$ 35.000 millones. Pero a la vez intenta ampliar sus vínculos. Ya colabora en las centrales hidroeléctricas de Brasil y Argentina y en los proyectos petroleros de Cuba y Venezuela. Ahora estuvo en Buenos Aires (donde se encontró también con el Presidente José Mujica, de Uruguay) y calificó a la nación vecina como “socio estratégico”, firmando con ella un acuerdo sobre energía nuclear y aludiendo a que una empresa rusa construirá la central Atucha III, y otras se interesan en la gran reserva de gas argentina de Vaca Muerta.
Ayer el Mandatario ruso siguió a Brasil por cuatro días, asistiendo a la sexta cumbre de líderes de BRICS antes de continuar su gira rumbo a Venezuela. En ese grupo de cinco grandes economías están también China (que igualmente quiere reforzar lazos con esta región) y el mismo Brasil, cuya cancillería solidariza con la propuesta de que esa entidad logre cambios en la gobernanza económica global, promoviendo un Banco de Desarrollo y un fondo de reservas de contingencia para los países emergentes, en un claro desafío al FMI y el Banco Mundial. Como se ve, los temas económicos y políticos se entremezclan en esta estrategia para crear o robustecer las relaciones de Rusia con América Latina.
Todo esto muestra, por una parte, el ánimo decidido de Vladimir Putin por reafirmar la influencia de su país en el contexto internacional y su decisión de emplear tiempo y recursos en esa tarea, que obviamente tiende a posicionarla en una situación que equilibre el poder ejercido por Estados Unidos y del cual el derrumbe del antiguo régimen de la URSS la privó. Por otra, confirma el atractivo actual de la región latinoamericana para las grandes potencias que aspiran a desempeñar el rol al que consideran tener derecho en esta etapa de la historia. Se trata de un tema de especial importancia para la región y, por cierto, asimismo para el futuro de nuestro país, cuyo interés radica en un orden internacional que proteja los derechos, aumente las oportunidades y potencie las ventajas de todos quienes participan en él, especialmente de actores pequeños como Chile, que se juegan en el mundo globalizado una parte clave de sus perspectivas de desarrollo.