¿Se acabará el catolicismo?
“La Iglesia sigue realizando su obra sanadora, santificadora y cultural en el mundo”.
Por Luis Eugenio Silva
Desde el siglo XVIII se ha venido afirmando que las religiones, y el catolicismo en particular, van a desaparecer. No ha sido así, a pesar de la feroz crítica y de la acción del ateísmo, y también de las legítimas preguntas que la ciencia ha planteado a la religión.
Los escándalos sexuales y los abusos de un sector minoritario del clero y los religiosos han minado la confianza de los creyentes en la Iglesia Católica. Lo ha confirmado el Papa Francisco.
Quien reflexiona su fe, sabe que Dios corrió un riesgo al asumir que el ser humano fuese el depositario y administrador de sus dones en la tierra. Es el misterio de la Encarnación, que en la Iglesia se hace patente. El hombre no es perfecto y sus acciones nunca son puramente positivas ni totalmente negativas. Pecado y virtud, si bien no se dan juntos, pueden coexistir en una persona, como también en las instituciones humanas, formadas por hombres.
Ya en sus inicios había crisis en la Iglesia, como Pablo lo deja ver en sus cartas: rivalidades, escándalos sexuales, avaricia y afán de poder se experimentaban junto a las virtudes más eminentes, como la caridad y solidaridad en las primeras comunidades. Si se hiciera una lista sólo de las fallas y crisis de los dos milenios de cristianismo se podría escribir una historia tenebrosa. Pero no sería auténtica, pues ocultaría su mejor parte, que es el amor y querer realizar una fraternidad universal bajo la conducción del espíritu de Cristo.
Se nos pueden enrostrar períodos de decadencia, con Papas indignos de los siglos X, XV y XVI; abusos con los dineros y bienes que eran para los pobres; hombres de Iglesia más bien señores seculares, etc. Se podría seguir enumerando situaciones negativas, pero éstas siempre han sido minoritarias y la acción positiva y de santificación ha primado en todos sus siglos.
Hoy, cuando gracias a los geniales medios de comunicación se conoce al instante todo y lamentablemente se magnifica lo negativo —algo que los adversarios de la religión aprovechan hábilmente—, se quiere presentar al catolicismo como algo podrido y decadente. Es curioso que en los medios sólo haya escándalos en el catolicismo eclesiástico, pero no en el mundo laical, otras instituciones u otras religiones.
No se puede negar que hay una campaña en contra de la fe católica y de la Iglesia. Estas líneas no pretenden aminorar ni menos disculpar los escándalos de los eclesiásticos. Ellos son gravísimos, por lo que deben ser erradicados y sancionados. Pero la Iglesia sigue realizando su obra sanadora, santificadora, humanitaria y cultural en el mundo.
Humildad, reparar con amor los errores, no permitir más abusos de cualquier tipo ni ocultar lo pecaminoso en sus miembros eminentes es lo que corresponde vivir hoy. El sentido común, de justicia y la objetividad no pueden permitir una condena a una institución religiosa que ha dado pruebas en su milenaria historia de hacer el bien.